Ámbar
observaba desde el umbral de la puerta, el corredor sucio y destartalado de la
¨fábrica¨, al final del pasillo la cabeza de Emily¨ se movía furiosa y
angustiosamente sobre la entrepierna de algún parroquiano. Sólo verla le sacaba
una sonrisa, Emily era del equipo ORAL, mujeres – en su mayoría- con el cuerpo tan desgastado y seco por la
heroína que sus bocas eran lo único que funcionaba para el oficio. En la
fábrica , la droga y el sexo llenaban cada esquina. Ámbar se sentía distante aún,
de todo este medio, llegó aquí porque era lo más fácil para poder pagar los
estudios, artes liberales- menuda ironía, un piso decente y que le quede un
extra para banalidades. Ámbar mantenía
la mirada en Emily, cuando el parroquiano acabó, en su mano aparecieron tres
sobres pequeños de plástico que había sacado del bolsillo interior del saco.
Los arrojó sobre el piso y vio como la mujer se apoderaba de ellos. Había una
expresión extrañamente erótica en su rostro.
Emily se voltio
hacia ella y se situó entre ella y la puerta. Con el rostro, con la voz, con su
emaciado cuerpo abogaba por su causa.
-
Ámbar-
murmuró-, ¿no podrías?.. Por favor..
-
Joder!-
dijo ella, con voz ligeramente sarcástica
-
Sabes
perfectamente que prefiero que me inyecten a hacerlo yo misma, Ámbar.
-
Pero
estaba justo de salida.. mira no sé..
Ámbar no
terminó la frase, sus ojos siguieron el paso ligero que daba Emily hacia la
habitación. Siguió mirándola pensativamente, mientras esta vertía la heroína
sobre una cuchara y proseguía agregar agua del lavabo. Pasó cuidadosamente la cuchara sobre la llama
del encendedor hasta que la droga y el agua se mezclaron. A pesar de su
angustiante necesidad, hacía todo esto con el pulso de un cirujano, con movimientos
rápidos y firmes. Ámbar quedaba hipnotizada con el procedimiento.
La mujer se
acercó a la cama , se recostó y apoyó la cabeza sobre la almohada .
-
¿Cómo
te gusta la droga, no?
Los enormes
ojos de ella abiertos de par en par contestaron mientras miraban con deseo sus
brazos. Ámbar se sentó junto a ella y apretó el brazo hasta que resaltara la
vena. Empujó el émbolo un par de centímetros y luego lo jaló. La solución
lechosa que contenía la jeringa se tiñó de rosa cuando entró en ella. Había dado con la vena en el primer intento
El pulgar
se movió, introduciendo heroína en la sangre de la mujer.
El rostro y
cuerpo de Emily se metamorfosearon, su
cuerpo se arqueaba en la cama y pareciera que fuera a despegarse la piel de
ella, era un extraño baile. Con mucho esfuerzo articuló un Gracias.. Ámbar
sonrió ligeramente y salió de la habitación.
Ámbar
flotaba entre la fábrica casi angelicalmente, el vestido blanco que usaba esa
noche, flotaba entre prostitutas y traficantes. Hoy no atendería ningún
cliente, tendría una cita con el Polizonte, dueño de la fábrica. Sólo las
mejores –muchachas, trabajaban directamente con él. Y Ámbar, nunca tuvo que
caer en el trabajo de recorrer las calles. Por su juventud y buen cuerpo,
siempre fue de las chicas a pedido, del
sector A, producto exclusivo para empresarios y niños bien. El Polizonte no
tenía rostro para Ámbar, se le era extraño encontrar afecto, pero con el
tiempo, llegó a desarrollar una conducta muy paternal con ella a su manera, el
polizonte cuidaba mucho a Ámbar, a fin de cuentas fue ella la que llegó a él en
primera instancia. Desde su primer encuentro en un bar hasta el primer polvo ,
siempre Ámbar fue consciente de quién era él. Y él solo se enloquecía de amor
por esa bella muchacha estudiante que venía a parar a sus garras. Se sentía muy
paternal con la niña con deseos de periodista.
El polizonte me pedía permiso para hacer cada
cosa, como besarme profundamente, por ejemplo. Su boca era fresca, vibrante y
su cuerpo olía como huelen los hombres en el centro del pecho, ácido y fuerte.
Después de mi impulsiva inicial –que entre tragos y otros elementos me
motivaban- me porté como un trapo.
Entregué mi cuerpo a la chorreadez del momento, él iba amasando con
autoridad mi cuerpo, mientras yo permanecía lejana, astral, llevando cuenta de
las caricias que me hacia con la barba a medio crecer o con el dorso de las
manos.. Después, el polizonte se desvistió también y se ofreció, velludo y
maduro, pero yo preferí fingir pudor, rechacé los juegos y me acosté de
espaldas con los muslos apretados. Ronroneé. El los separó de Golpe, con una
fuerza fingida, haló y dio la estocada.
Supongo que
le era indiferente que no fuera virgen. No hizo preguntas, no hizo ruido, sólo
cerró los ojos y empecé a ver como se alejaba, como alzaba sus brazos en vuelo
y tocaba ligeramente el techo. Podría haber perdido la cabeza en ese instante ,
el alzaba su vuelo hacia otra dimensión y otro tiempo mientras yo me
llenaba de preguntas. Si alguna vez por
agitación, entornaba los párpados y los abría yo lograba ver pasar por sus
pupilas imágenes fugaces donde otra corcoveaba y recibía las abundante
semillas,, Así por unos minutos eternos más. Después el polizonte se volvió
como la sal , se le desprendían los labios, le temblaron las piernas y el vigor
ceso con un suspiro profundo. Me sentía tibia y de buen humor. (es catártica la
sensación post-sexo) sin rastros de deseo, pero húmeda y contagiada de
sensualidad. Me dio dos golpecitos en la
mejilla y se extravió distante, algo triste.
-Te falta
costumbre- comentó mientras se vestía- Ya tendrás tiempo de aprender a
disfrutarlo.
-Lo
disfruté, pero estaba memorizándolo mientras transcurría.
El
polizonte me miró desconcertado, como si fuera la primera vez que estuviera
viendo a la mujer que .accedió meter a la fábrica.
-Siempre
llevas la cuentas de todo.. pequeña?
-SIEMPRE
-Prométeme
que no escribirás NUNCA nada sobre mí. Ni sobre la fábrica.