2 may 2015

Ouroboros



Circulo tras circulo, figura exacta, perfecta. Pulsación tras pulsación. Estas formas en el agua son acto reflejo a los golpes que la vida le da al lago, y que el lago asume como su destino. Y no tiene otra forma de mostrar su miserable conformidad que emitiendo estas hondas perfectas, circulares. Podrían ser cuadradas o de cualquier otra naturaleza, pero no, se forman círculos únicos que se superponen los unos a los otros. Se expanden, se envuelven entre sí. No hay principio, no hay final. Círculo infinito, vicioso. Cada uno es consecuencia del anterior. Empecemos por el final y terminemos por el principio. Ouroboros nos observa hambriento, yo viajo para tratar de evitarlo, es lo mismo que esperarlo sentado. Me muevo expectante entre estanterías de babilónicas bibliotecas que albergan el conocimiento de un tiempo pasado. Echado, tumbado, o abrazado de algún amor furtivo me esfuerzo por entender mi presente, la realidad que me ha tocado presenciar, disfrutar u odiar. La esfera de cristal que baila por mi cuerpo, esa que se mueve desafiando leyes newtonianas, me cuenta al oído acerca de un futuro cercano, luego descubro en las nubes el arcano privilegio de adivinar el porvenir. 
Todo al mismo tiempo. 
Ouroboros es un ser omnipresente, que sangrante esta aferrado cual candado a su propio destino, a su final… a su comienzo.  Saciando su hambre con su propio ser. El círculo es perfecto, redondo, sin final, sin origen. Que curiosas las figuras que emanan del lago cuando saltas en él, círculo tras círculo… pulsación tras pulsación. Yo te observo, te doy forma con la mirada mejor dicho, pues eres el punto de donde parte ese radio que se repite, esa onda que se superpone a otra, y a otra. También eres otro punto, ese círculo diminuto que encontraras al término del texto que estás leyendo, pero recuerda que no se ha acabado, solo ha vuelto a comenzar.



23 abr 2015

Trapecistas



La salamandra y yo intercambiamos miradas antes de hacer peligrosas piruetas en el aire. Sus ojos oscuros y temblorosos me deben indicar el momento exacto en el que vamos hacer el salto. Es un movimiento complicado que exige el total esfuerzo de mi cuerpo, porque no es solo cuestión de elevarse, también es sincronía.
. Una y otra vez saltamos como si fuéramos trapecistas sobre el fuego , intentando despegarnos de las llamas que lamen nuestros vientres. Mientras lo hacemos, yo admiro de reojo el brillo de sus escamas , como con la luz que filtra por la ventana rebotan de su lomo arco iris y la madeja de intestinos azules translucen por su piel fresca y húmeda .  Luego caemos uno en brazos de otro y yo siento el impacto frío y viscoso de su peso sobre mi pecho, que golpea con toda la energía desde su centro.  La salamandra me abraza y entrelaza su cuerpo, yo junto mi rostro al suyo mientras chasqueamos la lengua alto, muy alto en un canto coral de celebración, que ningún público aplaude, pero nosotras sabemos que es perfecto y magnífico. Somos los únicos habitantes de un mundo brusco y continuo donde hacemos cabriolas cada vez más y más perfectas. Luego retornamos a nuestras posiciones y volvemos a empezar. Entonces yo le digo con la mirada, la mejor manera de entenderse, que soy inmensamente feliz, que ojalá jamás. jamás despierte.

19 mar 2015

La nada es luz



Todo es luz, despierto en algún lugar que no conozco… en ningún lugar. La verdad no tengo como saber en dónde me encuentro pues no puedo ver más que el vacío, blanco segador, sin embargo no estoy muerto. Puedo sentir mi cuerpo, mis manos frías y mis pies algo tibios aún.

Algo me perturba y no son las dudas que me asaltan en estas circunstancias. ¡Voltea! – Grita desesperada mi alma. ¿Será que existe el alma?

Lo que veo al girar mi cabeza me volverá loco. No es una luz al final del camino, es el final del camino y su esencia oscura. Un resplandor negro, el agujero aciago de mi historia, es como una muerte en alto contraste. Ahí está. Lo observo y me observa. Me llama y acudo a él como mi única esperanza, mi perdición.

Las palabras de mi madre suenan tan bien. Su calor. Lloro desconsoladamente mientras un ser gigante y antropomorfo me levanta en brazos, todos me observan.

- ¡Es un varón, felicidades! - Exclama este ser extraño con una sonrisa.

2 mar 2015

Carnestolendas


Enciendo otro cigarrillo, enciendo otra muerte lenta. Expulso el veneno que se eleva raudo, dejándome lejos al ras del suelo. Camino dando pasos en falso, lentamente me aproximo al ocaso. No sé si ando muerto en vida o soy un vivo que anda muerto por estos pasillos. Sí, es otra de esas grandes fiestas donde la gente se empecina en celebrar algo que nadie tiene claro que es, pero hay que celebrarlo ¿no? Nunca logran ser de mi total agrado puesto que detesto las grandes aglomeraciones de personas.

La música hace que todos se agiten a un ritmo frenético y salvaje, todos sudan y se tocan.
Puedo distinguir la variedad de pieles en contacto. Serán 100, tal vez 1000, o será que todas están rozándose y sintiéndose. Un amigo me dijo en una ocasión, mientras recorríamos el desierto, que la luna llena tenía la curiosa propiedad de alterarnos la sangre, de excitar de alguna manera nuestro ímpetu y demás maneras. Respondí tras trastabillar que no creía en esas mundaneadas. Pero, esta noche, sumergido en esta orgía constante de roces y secretos a voces puedo oler ese ímpetu, esas ganas de sentirnos vivos.

El agua corre a chorros, la pintura nos muestra lo fácil que es teñirnos de algún color. Estos colores que representan la alegría, la vida... ya saben, esas mariconadas.
Yo solo me dejo llevar por la marea, observo a todos y siento como me observan. No sé cómo llegué a la sala de ventanas amplias, la habitación más grande del lugar. En este cuarto de matices amarillentos toca la banda, la cual se encuentra envuelta en la llama del centro, en la gran fogata. Todos le prestan atención, todos la observan atónitos, absortos, como esperando no sé qué ahí en medio de la oscuridad medianamente atenuada por el fuego que arde en el medio de todo esto. La cantante le aúlla a la luna, la melodía nos hace estremecer. Estaban los que movían la cabeza de lado a lado, los que se tambaleaban de adelante hacia atrás, también los que tarareaban, los que silbaban, esos que sacudían el pie al compás de la percusión, los que no se sabían la letra y balbuceaban algo indescifrable, los que solo cierran los ojos para fluir con las notas y el humo del lugar.
Yo, envuelto en todo esto solo atine a dejarme llevar otra vez y ver que ocurría.

Conocí a un habitante del lugar, me llamo la atención por su atuendo, realmente desentonante con la celebración, portaba un traje, corbata y un gran sombrero de copa, curioso para ser uno de los más animados y expectantes de lo que estaba por suceder. Le conté como fue que llegue al pueblo por accidente tras andar un rato perdido en un camino de trocha. Él no hablaba mucho, le gustaba escuchar, por eso seguí comentándole como me atrapo el carnaval, cuanto me fascinaron los disfraces, le conté acerca del salón de baile, como todos se quitaron las caras para mostrar sus máscaras al final de este.
Le hablé también del niño centroeuropeo de ojos azules, del argentino mochilero, de los hermosos pasillos de la gran casa y también le dije como fue que fumando un cigarrillo me perdí absorto en mis pensamientos, solo para terminar en la habitación de ventanas amplias.
Este tipo de extravagante atuendo me dijo que aún faltaba lo mejor, que el goza de esta fiesta desde que tiene uso de razón, debía esperar con ansias lo venidero. Luego nos separamos, le perdí de vista o escapó de mí, aun no entiendo bien que sucedió. Recuerdo que nunca se quito el sombrero.
Medito todo esto mientras camino, ¿que habrá querido decir? ¿Qué más podría esperar?
Algo más, si, hace falta algo, no podría decir bien qué, pero estoy seguro que esto no puede acabar así.

Me encuentro perdido, estoy en un viaje del cual no puedo salir, no quiero salir o tal vez no tengo los cojones para hacerlo. ¿Será todo esto real o una simple fantasía narcótica?
Sigo caminando y no dejo de pensar en cómo las personas olvidamos nuestra triste condición humana y aspiramos a algo más. Nadie tiene claro que es este "algo más", así que solo nos queda vivir. Solo queda disfrutar nuestro tiempo en este hermoso jolgorio que es la vida. No conozco nada igual. Supongo que seguiré paseando por este lugar, dicen que algo grande está por venir.

1 mar 2015

El gran Carnaval



Parada en el medio del pasacalle, descansaba en los brazos de ella un gato negro, grande y obeso, con los ojos congelados y la mirada perdida de gato. Ella acariciaba el animal de manera tosca, jalando y estirando la piel del gordo gato una y otra vez  en un ritmo constante y satánico. Ella también llevaba la mirada acristalada de rosa brillante. El pecho abierto, la máscara a un lado.   Llevaba días caminando entre espectros sin rumbos, criaturas de máscaras y sueños rotos. Ya tengo las cuencas de los ojos secas, ya mi memoria es frágil, mi cuerpo inexistente y el alma hecha un trapo, sucio y absurdo.  Este mundo medio, este carnaval del fin de los tiempos, el fin de mi absurdo viaje. 
No recuerdo bien mi vida antes del mundo medio, mi vida antes de la llegada del polizonte, no recuerdo bien en que momento comencé a buscar un cometa, pero llego el día en que fui consciente de la pérdida del mismo, fue así que llegué a parar en este mundo medio, el limbo de las cosas perdidas. Como si fuera Dante en la divina comedia, llegué a parar a esta ciudad de calles acartonadas, de personas enmascaradas.
Carnaval de personajes históricos, de niños con alas, astronautas del recuerdo. Jugaban ajedrez Napoleón y Hitler. El polizonte mencionó que aquí en el espacio de las cosas perdidas, las calles estaban inundadas de gomas de borrar, lapiceros y monedas. Les explicaré brevemente, toda cosa existe por la certeza de alguien en creer que existe esta misma. Cuando tú dejas caer la goma de borrar por el escritorio, escuchas el sonido seco de la caída, sin embargo puede que hayas pensado: .. la recogeré más tarde. El mundo te da cinco segundos para recogerla, cinco segundos o la goma de borrar se transportará al mundo medio, Cinco segundos o desequilibrarás el universo porque abría un elemento inexistente en el mismo. UNO,    DOS,    TRES ,    CUATRO ,  CINCO . Te olvidaste de ella, si mucho más tarde la necesitas o tienes la urgencia de buscarla, encontrarla nunca podrás, buscarás empecinada mente debajo del escritorio, donde suponías que estaba, te golpearás la cabeza contra la mesa un par de veces y no estará ahí- a todos nos ha pasado. Culturas antiguas le daban la responsabilidad a la pérdida de gomas de borrar, llaves, monedas y otros pequeños artificios, a pequeños duendes que habitaban escondidos en las sombras. Pero es culpable de estas misteriosas desapariciones, el universo en su afán cósmico de equilibrio constante. Nada existe si no se cree en su existencia.
No solo son cosas los que llegan a parar a este mundo medio, somos personas, sueños, amores, colores. ¿Cómo? pensarás, llega alguien a este sitio, increíble soledad acaso, ¿no tenía amigos como para que no la recuerden?, o ¿aunque sea el casero?, ¿el que te vende el periódico?, Nadie podría pasar como una goma de borrar, sin que nadie note su presencia. Carnavales, eso pasó conmigo, y el cometa que vi pasar ese mismo día por mi ventana.
Era febrero y la computadora portátil reposaba sobre mis piernas, la noche abrigaba ligeramente y yo no llevaba más que las sábanas encima. Me distraía mirando los mapas de humedad que se formaban en el techo, me distraía mientras esperaba alguna respuesta suya o un desliz de su presencia. Y mientras miraba el techo, el frío comenzaba a correr y yo sólo lloraba, lloraba y lloraba sin motivo aparente. Lloraba en la angustia de esperar una respuesta,  lloraba de miedo, el cuerpo pesado y lloraba con miedo de que alguien note, que él note, lo ridícula que soy de noche, de días, los últimos días.  El cometa cruzó esa noche y con él, la esperanza de encontrarle sentido a la rutina diaria, al mundo entero.
Cinco segundos, ¿recuerdan?, cinco segundos me dio el universo entero para recordar realmente quien era. De qué color eran mis ojos,  que me hacía reír, que cosas me entristecían,  que cosas amaba, cinco segundos pasaron y no recordaba siquiera el compás de mis latidos.
Abrí los ojos y estaba él con la máscara en mano.

 – Hola, no me interesa mucho tu nombre, quizás incluso no lo sepas-jajajaja, soy el polizonte, el original viajero del fin del tiempo.  La música, puedes escucharla?, espero que te agrade, toma esta máscara. Póntela, puedes ser quien quieras. Correr como quieras, es un largo viaje. La intentamos pasar,  ¿sabes? jugamos entre nosotros, nos ponemos distintos nombres, llevamos las máscaras. Es un carnaval eterno.  Nadie acá sabe realmente quien es, jugamos roles,  somos ya tantos los perdidos que muchos no diferencian su origen propio. Mira, las calles están repletas de gente, bailan un mismo compás.  Las cosas perdidas llegan de improvisto, ten cuidado, puede que estés caminando y caiga de pronto un par de gemas, peines, o gatos. Es un pequeño caos, mi deber en este mundo es ayudar a las cosas regresar a su sitio, pero nadie logra recordar cual era, o encuentran detrás de sus máscaras el cobijo de una vida sin muchas complicaciones. Otros enloquecen un poco, más de lo que vinieron jajaja.. No te preocupes, te acostumbrarás rápido, todos lo hacen.  Llevar la máscara o la locura, tú decide. 

28 feb 2015

Nomán



El carnaval de Nomán dura alrededor de tres días y tres noches, y estos son los feriados de más o igual importancia que los días de la fundación del país. En esta se festeja el fin del caos desatado durante los últimos treinta años bajo gobernantes descerebrados, corruptos y pomposos hasta la exageración. Las multitudes se visten satirizando a sus antiguas autoridades, llevando mascaras con los rostros de estos cubiertas con lodo, mientras que otros cortan y deshilan sus trajes lujosos y corbatas de colores. Todo para representar la suciedad que las definían o se las relacionaba.

Treinta años en los que el país se hundió en la miseria de la ignorancia y la manipulación de parte de los que acaparaban el poder. Hubo muchas revueltas durante estos años, muchas revoluciones y muchas campañas de parte de grupos por el cambio, pero todas fracasaron ante la dejadez y el desinterés de los de su misma clase, hombres y mujeres que a pesar que se les intento mostrar que podían ser parte del cambio, estos simplemente aceptaron el implacable poder que representaba la corrupción y la maldad que ya dejaban huella en la historia de Nomán.

El país cayó en la incertidumbre y la desolación de una nación sin alma ni voluntad. El conformismo con este tipo de vida era la idea que más se oía por las calles. La sensación de dejarse llevar por la marea era la forma de ser cotidiana entre los grupos sociales. Y todo esto por treinta largos años.
Pero incluso las cosas malas tienen un final y la gente logró ver esta luz al final del túnel. Lo triste fue que esa gente no vió la luz en su generación, la vio en la siguiente. Niños y niñas que recién eran parte de esto y tuvieron el valor y la voluntad de ver el mundo de otra manera, y negar toda maldad que se estaba dando.

Se los acusó de idealistas, de inocentes, de estúpidos mientras que estos iban creciendo pero no dieron marcha atrás al ser ya adultos. A diferencia de sus predecesores, estos no regalaron el poder ni se lavaron las manos ante los errores. Poco a poco fueron retomando el poder hasta recuperar lo que su anterior generación regaló, la libertad, la justicia, el sentido común y ante todo, su país.

Como recuerdo de esto nació el carnaval de Nomán. El carnaval que se volvió parte una tradición que no olvida. Esto se nota al finalizar los tres días, cuando todos se quitan las mascaras embarradas y vemos a la nueva generación, triunfante y orgullosa; y a la antigua, que a pesar que se han quitado las máscara, aún continúan manchadas de lodo. Esta última penitencia es dirigida a los verdaderos culpables, los que se rindieron.

17 feb 2015

Reflexiones de Combi

No, no, no, no, no ¡No!, esta idea es demasiado estúpida. No puedo creer cuanto tiempo perdí pensando en ella, soy un baboso. Es eso, la idea ha sido tan ininteligible que me siento lleno de baba, como intocable. En este preciso momento me siento el ser más huevo frito de la historia… ¿huevo frito? ¿ese es tu mejor golpe, escribanito? Eres la Real Academia Española en un metro setenta y tres y usas “Huevo Frito”. Candelejón.
No sé cómo llegó ni tengo idea de a dónde pretende ir, pero juro por todo en lo poco que creo que no se la contaré a nadie… es más, ya se me olvidó ¿de qué hablaba? ya ni me acuerdo… ¿A quién engaño? Creo que estúpida no basta, esta idea es como estupidérrima de lo estúpida que es.

Haré algo sencillo: solo olvidaré y haré como si nunca hubiese querido ser escritor. ¿Qué tan mal abogado puedo llegar a ser? Además, nadie me conoce nadie se dará cuenta. Mi madre sufrirá, una madre siempre sufre por los fallos de sus hijos. Mi madre debe ser la última persona a la que le interesen mis escritos… o la penúltima ya que está mi padre. Bueno, técnicamente hay muchos seres en el mundo a los cuales no les interesa mis textos, pero si pienso en eso me deprimiría más de lo que ya estoy, y eso que me siento en el hoyo, y no estoy en posición de estar más deprimido. Mierda, me deprimí.

Esta reflexión debe acabar ahora. Una vez que me baje de este bus ya no habrá marcha atrás y la decisión que tome ahora será una decisión que me acompañe el resto de mis días. Yo sé que depender de una decisión tan apresurada suena irresponsable, pero creo que es lo mejor... a veces.
No soy un buen escritor, ni si quiera tengo ideas buenas. Está bien, ni si quiera tengo ideas claras, lo admito, pero creo que darme cuenta de esto es el primer paso, ¿no? Ahora puedo proyectarme a ser un mejor escritor dentro de los cinco años que dure mi carrera de lo que carajos quieran en casa. Creo que es lo mejor. Dentro de cinco años seré más maduro y… alto, con más ¿experiencias? Ok, pensar en mi nuevo futuro me deprime.

Aparentemente no hay otro rumbo para mí. Dos años antes de dejar el colegio sabía lo que quería. ¿Por qué lo cambiaría ahora? ¿estoy drogado? Bueno, si… Técnicamente si estoy drogado, fumé un poquito antes de subir, pero no es a lo que quiero llegar. Una vez escuché por ahí que el sufrimiento nace de la negación de la realidad y la única forma en la que puedo traducir esto en estos momentos es en que soy un mal escritor y que chucha pasa con eso, ¿¡ah!? Tengo una vida para mejorar y será mejor que empiece ahora, no vaya a ser que soy realmente malo y que una vida no sea suficiente.

Creo que de esto se trata, de tener pésimas ideas, ya vendrán ideas mejores. Nunca está de más desarrollar una mala idea, nunca está de más practicar un poco. Creo que me puse mal de manera innecesaria, soy un candelejón.

9 feb 2015

La damita


La edificación que es como una tapada limeña, se erige a media cuadra del nogal que se encuentra frente a su hogar. La damita tiene cabellos que son como cortinas de las ventanas de su rostro. Son como resortes que se estiran y contraen al ritmo de nuestros fogosos movimientos. Me agrada mucho visitar a la damita, en ella encuentro calma, me encuentro a mí mismo cuando toma mi mano y me besa sin pudor ni remordimientos mundanos. Sentada, pensativa, podría observar su faena o su galbana durante mis largas estancias en su hogar. La damita y yo nos conocimos casualmente, casi por accidente. Ya nos habíamos visto entre la gente, entre vasos y colillas de cigarro.

De repente llego una novedad, nos vimos abrumados, incrédulos. Y huimos de esta verdad, escapamos de ella como ocultándonos, como escondiéndola de nosotros mismos. Creímos poder manejar nuestro error, luego nada fue igual, o si lo fue y ya no lo parece más.
Yo siempre la visito, ella siempre me espera, y cada vez tiene algo interesante que decirme, cosas que nunca antes he oído, historias que no me han contado.
¿Y que soy yo sino recuerdos que ella guarda con recelo? La damita se encarga de cuidar sus memorias, de atesorar las historias del día a día que le toca vivir.

A veces paseamos, nos gusta dar largas caminatas sin rumbo alguno disfrutando de una amena platica y de los detalles de cada paso dado, de cada tramo recorrido, del viento, del sol, de todo eso que no volverá jamás. Luego nos encendemos como las luces de la ciudad al caer la noche, automáticamente, sin dar señal o pista alguna de que esto sucederá, sin dar señal o pista alguna de cuándo terminará. Entonces llueve, y entonces recordamos la verdad que nos asalta rauda, casi como una luz fulminante que nos abre los ojos. Yo la tomo. Procuro tener cuidado porque siento que podría romperla, que podría quebrarse en mis brazos aunque nunca la he visto llorar ni quejarse. Después del acto intrascendente de danzas y roces nos encontramos mezclados, una masa revuelta de carne, una composición de sentimientos, de pensamientos y manías nuestras. Una vez ya esparcidos en la cama o sillón de cualquiera que fuese la habitación donde desahogamos nuestras ansias del otro, la sed de la otra boca, nos dedicamos a la tarea de rememorar. Recordando podemos vivir cada momento vivido, y así, como por arte de magia, podemos volver a vivirlo. Nos encanta volver a vivir los días, recuerdos donde ella no tiene un rostro, donde es una voz, una pluma, un pincel, un verso, donde es y siempre será la damita de cabello enrulado.

31 ene 2015

Contémplame



Recuerdo el olor a humedad del cuarto, mis ojos vendados, me ataron. Los cazadores me habían encontrado.
¿Qué mierda está pasando!? – grité .
Me quitaron la venda  y una luz muy potente penetraba en mí. Mis ojos al acostumbrarse a ese terrible destello blanco, vieron como en realidad este era un gran panel encima de la pared, o quizás este panel era la pared, todo era confuso, un sitio completamente sucio y gris, y a mi frente ese rectángulo brillante que de alguna manera me cautivaba con mirarlo.  Atada a una silla sólo tenía a mi alcance un botón. Presioné lo único que ingenuamente pensé que quizás sería mi salvación, inmediatamente el panel blanco adquirió vida. Cuadros rápidos, uno tras otro, y un gran logo, un ojo metálico  como una tuerca.
Las imágenes que mostraban eran de mí misma siendo cazada, me perseguían con máscaras, yo corría sin saber bien que pasaba, era mi barrio, lo conocía bien y sin embargo algo muy raro se percibía en él de hace días. Corría entre mis vecinos  y ellos me observaban, sacaban sus aparatitos del pantalón y me miraban desde ellos. No se inmutaban, y el ojo metálico ese en el aparatito, el mismo ojo del logo, me observaba por todos los ángulos.  Cuadro tras cuadro angustiante. Pararon y apareció mi imagen en la pantalla.
-Déjenme, no pienso jugar, sólo suéltenme. Apaguen la luz por favor.
- Con ustedes, un participante excepcionalmente extraño, un miembro de la resistencia. La llamaremos Nadia.
- No, jugaré. No seré parte de su circo, me tienen enferma. Los tienen enfermos, es ese ojo, esa señal. Los embrutece a todos, no hacen más que ver su vida tras de él. El mundo gira, es hermoso.  Todavía hay esperanza. El cometa caerá y con él, este absurdo juego.- escuché risas en el fondo o afuera, detrás de este cubo en el que estaba, había una tribuna.
-Nadia, no es nada personal.  A parte hay mucha gente que quiere jugarlo, primero vas a engrosar la hilera, es una fila enorme de personas que quieren ser parte de esto.
-Pues yo no quiero.
-Por eso Nadia, es un encanto que seas de la Resistencia.
Recuerdo el día que el gran ojo comenzó a tomar parte de los actos de los hombres. Al principio era sólo un programa de juegos, bobadas, eran estupideces, participantes en un show que jugaban para ganar, no sé qué cosa, lo hacían por la fama, el rating y mantenía a la mayoría popular entretenida. Pero un día el programa se iba alargando, los juegos se hacían cada vez más macabros, y el morbo de la gente ya no se saciaba fácilmente. Recuerdo el primer¨ accidentado ¨, su muerte estaba en todos lados, el video se reproducía en cada aparatito del mundo, en ese momento, algo cambió. Apareció en la señal ese gran ojo, y las personas no hacían más que quedarse parados y verlo como si fueran polillas frente a un foco, el programa lo transmitían todo el día,  existía ahora solo un canal.
Televisión, era sinónimo del gran ojo que todo lo ve, en el que todos éramos parte del juego ese de cazar gente. Hacerlas participar en ya no un programa de juegos, con el tiempo, el mismo programa perdió lógica alguna. Era una especie de rito, en el que las reglas del juego eran muy básicas: correr y empujar hasta que tu cuerpo no pudiera más.  En círculos las personas corrían como si una fuerza sobrenatural los obligara a hacerlo, una a uno caían. La primera vez que vi el condenado espectáculo, se quedó tatuado en mi memoria el rostro de los que empujaban y corrían, sin la mirada fija, como si algo les hubiera chupado el alma, al compás de una danza macabra seguían hasta que sus músculos se entumecían, caían y luego intentaban arrastrarse,  y con la mano engarrotada eran pisados y morían mordiendo el suelo. Pero en algún momento podías percibir un destello en  su agonía, poco antes de morir, los participantes abrían mucho sus ojos observaban la cámara pidiendo ser contemplados. En ese momento parecían humanos.  -¿Ganar? No he sabido jamás de alguien que ganara el juego.
El cubo que me mantenía cautiva cayó. Y alrededor mío las criaturas de mirada vacía se tambaleaban.

-        Resiste, cometa, resiste. Piensa, ríe, vuela. Que tu mente sea la única llave para tu libertad. Vuela aunque no tengas alas, no te hacen falta.  Grita, hay más personas como tú y yo que aún se detienen a pasar sus dedos por los surcos de los árboles, personas que aún sienten.  

Overdose

Citado lo como con memoria eidética, sentenció “No seas cojudo. Nada en la televisión es verdad, nada”. Cuando aquel director de cortos universitarios me dijo esto, no entendí bien a que se refería. Un par de años después conocí a Clau y entendí de que hablaba.

Si bien me cachueleaba con cortitos pastrulos de instituto o un pequeño personaje en una obra pseudoprofesional en algún teatrín barranquino, yo empezaba a dar mis primeros pacitos como actor y moría por estar en la tele. Lamentablemente las cosas se mantuvieron maso menos igual durante un buen tiempo hasta que un día, no sé cómo ni por qué, mi suerte cambió.
Los azares de la vida me llamaron para hacer un pequeño personaje en una serie de moda. Sería el hermanastro menor de no sé quien. El chiste duraba un par de días porque me mataban, pero al principio uno acepta lo que sea, da lo mismo el tamaño de tu personaje o cuanto te vayan a pagar, lo único que quieres es ser parte de ese mundo tan mágico lleno de color, emoción y toda esa mierda que te venden.
Sobreviví a las ansias y el día llegó. Salí de mi casa tan preparado como el hombre más preparado podía estarlo. Las expectativas que tenía sobre mi primer día de trabajo eran estratosféricas y gracias a todos los dioses, la televisión peruana no me defraudó, dando un saludo digno de su famosa espontaneidad.

-Eres un idiota, niño. Me cagaste el carro.

En mi primer día de trabajo como actor profesional me atropelló un auto.

Lo que veo antes de ser atropellado es muy borroso, como si fuese un sueño. Cuando hago memoria de ese incidente, el recuerdo siempre inicia con el encantador Eres un idiota, niño. Me cagaste el carro. Su voz te creaba dependencia, como si la mujer que casi me mata hubiera nacido para ser única y exclusivamente escuchada y todo esto superado solo por su madura belleza, que evidentemente es superior a una belleza inmadura… Perdón. Hablar de Clau me pone nervioso y me desenfoca, pero procuraré ir directo al grano.

La televisión de mi país está llena de personajes característicos por periodos directamente proporcionales a la cantidad de escándalos que hacen y en ocasiones hasta inversamente proporcional a su talento, personajes mediáticos les dicen. En el tiempo en el que yo empezaba a ver la televisión como una posibilidad, los actores chéveres eran, en su mayoría, muy buenos en lo que hacían. Eran de esos actores completos, impecables, casi sacros que con una sonrisa y una línea adecuada derretían monjas y curas, y eso me deslumbraba a mí y al resto de la nación. Clau era una de esas increíbles actrices a las que admiraba tanto, posiblemente la mujer más atractiva que he visto en mi vida y ahora estaba frente a mi diciendo que mi cuerpo le había jodido el carro. Perra.
Yo estaba tirado en el pavimento, adolorido y furioso por la falta de tino de la conductora, pero a nadie le importó. Ella arrancó y nadie hizo preguntas, nadie salió.
A este primer contacto con Clau y con la televisión general, le di el beneficio de la duda, todos tenemos días malos; pero lo que viene después es fugaz, rapidísimo, es tan efímero como intenso y define mi enfoque como actor y como la televisión entraría a tallar en mi vida.

Como latino hercúleo y orgulloso, me hice el indignado y no me acerqué a Clau. Como ella es amiga de todo el mundo, no me acerque a nadie. Pensé que así terminaría mi primer mágico día de grabación, sin historias divertidas, sin historias, la verdad. Pero me equivoqué.

-Te llevo a tu casa si me invitas un trago.

Volteé y ahí estaba ella una vez más, en su bello auto mirándome con esa mirada de mujer que sabe lo que vale y de lo que es capaz, que si hablamos de Clau, es muchísimo.

-¿Qué pasa? ¿Te comí la lengua?-dijo a media sonrisa.

No terminaba de digerir la primera pregunta y ya me lanzaba otra igual de sin sentido. Me volví un pequeño niño que no sabía que decir, pero ella sí.

-Bueno, me aburrí. Sube (Y subí)

No creía que la mujer que estaba conduciendo y cantando blues a mi lado era la misma que me atropelló deliberadamente y la misma que todo el mundo cree conocer.
No sé si  era su manera de caer bien o si se percató que los nervios me paralizaron, pero empezó a hablar y preguntar cosas de manera aleatoria, puras trivialidades. No entendía por qué este cambio tan repentino para conmigo, pero me gustaba.
Llegamos a un bar secreto frente a la universidad de Piura en Miraflores donde la conversación se hacía cada vez  más y más amena con el pasar de los tragos.

Me di cuenta que no había pagado el trago ni me había llevado a mi casa cuando nos besábamos en su auto. Me di cuenta que no es la actriz recatada que aparenta para su fanaticada. Me di cuenta, finalmente, que tendría sexo con una mujer que casi me dobla la edad.

-¿Fumas?- dijo mientras fumaba.

-Si. No. Con poca frecuencia la verdad, pero no porque no quiera, solo que las oportunidades no se me han presentado con taaanta frecuencia..

-Ahora hablas demasiado- me interrumpió- ¿Bebes?

-Eso sí me gusta. Soy un buen bebedor.

-¿Buen bebedor? ¿Eso qué quiere decir?

Para variar, no supe que decir.

-¿Consumes drogas?

Y empecé a consumirlas.

Por ahí va lo que quieren escuchar ¿No? Todo el tema de las drogas. Bueno, a ella le gustaban mucho, muchísimo. Demasiado, como se habrán dado cuenta. No me miren así, no puedo dar grandes detalles, conocí a Clau un par de semanas.

-Entendemos. ¿Que pasaron en esas dos semanas?

A ver. Mi "relación" con Clau tuvo beneficios en mi carrera: mi personaje no murió, es más, entró a tallar con fuerza protagónica. Por todo este asunto es que soy medianamente conocido, pero esos son beneficios que ya rechacé completamente.

-¿Y qué más pasó?

¿Qué más? Bueno, follé como mierda y jalé como mierda. ¿Eso querían escuchar? ¿Lo evidente? ¿Acaso no murió de sobredosis?

-Su declaración es necesaria, señor.

Ya está, entonces. Esa es toda la historia.

-¿Qué puede decir de la noche de la sobredosis?

Jalamos más que nunca.

-Bueno señor, gracias por cooperar.

Los hombres de traje me dejaron solo en la habitación. Ahora me siento más solo que nunca. Clau murió la última vez que pues... nos drogamos. No es que hayamos previsto el exceso, solo pasó.
No entendía, y ahora nunca entenderé, por qué  Clau me regaló estas dos semanas. No sé si fue bueno o malo todo esto, pero la pasé bien, me sentí muy bien, me sentí a gusto. No creo que vuelva a consumir drogas, o no por un tiempo.
Por más que la televisión y el país entero amaban a Clau, ella siempre los odió. Se sentía falsa y se odiaba por eso y los odiaba por orillarla a odiarse. Ahora todo el país y la televisión la odian. Hablan pestes desde que murió, que como es posible que muera por una causa así, nuestros hijos la veían como ejemplo, y tanta cojudez que sale de la boca de las personas que todo lo juzgan.
Por mi parte he decidido viajar y seguir actuando, pero no más televisión para mí. Creo que esto es lo que he aprendido de Clau y de la experiencia. Seguiré mi propio camino, uno más ¿espiritual? no sé. Solo espero encontrar la paz que Clau no tuvo.

28 ene 2015

Enfermo y triste mundo televisado

Enciendo la tv, apago la tv, tv, tv tv.
Es lo único que se escucha en esta habitación. La enciendo para tener algo de luz. La apago porque no soporto las adictivas imágenes a las que me somete. La enciendo para distraer mi conciencia con alguna que otra voz. La apago para disfrutar del silencio de la noche. Me acuesto. Me levanto.
No puedo seguir soportando, la ventana del lado derecho me invita a sentarme en la cornisa, el espejo adyacente me muestra la palidez de mi rostro que se descompone mientras empieza otra tanta de comerciales en la pantalla que se encuentra justo frente al sillón donde estoy recostado.
Tratan de venderme cosas que quiero aunque no necesito, tratan de distraerme de la realidad y alimentar mí ya creciente desinterés por los temas políticos que acontecen, o serán solo teorías conspirativas mías. Pero como siempre, la tv encendida y las imágenes que se abalanzan una tras otra contra mi persona, y yo solo puedo apagarla otra vez… y tratar de dormir un poco.
Despierto. Su presencia de alguna forma me tranquiliza, sus colores hacen valer mi amanecer. Pero la apago otra vez, detesto escuchar esas voces mientras duermo y no logro entender porque la programo para que se encienda cada mañana. Me detesto, pero por encima de todo detesto el contradictorio amor que siento por esa caja, perdón, por esa pantalla a la cual ya no puedo llamar caja porque no tiene más esa forma "antiestética". Suenan de nuevo esas voces, esas voces que masturban mi morbo, esa estática que toquetea mis tímpanos. No importa nada, nunca más podre apagarla. La enciendo una y mil veces si es necesario, me he vuelto una pupa entre sabanas, sabanas unidas con saliva y otras segregaciones de mi cuerpo consumido por esta alta definición de la irrealidad, por esta sobredosis de Tv.

19 ene 2015

Al filo de las lineas.


Las llaves tintinean fuertemente, Rubén intenta atinar con la cerradura torpemente.  El lío en el que se meterá con su esposa por llegar ebrio a esa hora, pero, fue un día difícil en el trabajo, todos los días son difíciles en el trabajo, con tantas manifestaciones y niños pintaditos de revolucionarios, la economía está mal, el país es una mierda, sólo un par de tragos y llegar a dormir a su casa. Lleva cargada la pistola con tres balas, que el autor de la historia ha colocado ahí para crear tensión. El lector, espera impaciente al filo de las líneas, que los protagonistas- el policía Rubén y su esposa Melinda- vayan a usarla en una riña conyugal.  Como el lector de este cuento ha estudiado algo de precepción, sabe que si en una narración un elemento se menciona con tremendo énfasis, más adelante será empleado como recurso dramático, así que el lector, aguarda, aguanta el momento en que el arma sea usada. Ya el morbo lo sorprende e imagina el sonido ensordecedor, el olor de pólvora esparciéndose por toda la escena, un salpicón de sangre contra la pared y luego el silencio.  Ya que nos encontramos con un lector disciplinado, hasta no llegar a ese punto, no cambiará su vista hacia otro cuento, así que sigue en zozobra, pensando en la pistola cargada con tres balas que yace en la funda derecha del policía ebrio. 
Nuestros protagonistas discuten acaloradamente, sus manos se agitan y giran alrededor de toda la sala. Rubén no es el único ebrio, Melinda, en la espera, tomó un par de copas de vino y antiguos rencores vaporizan sus sesos.  Él le reclama algo de comprensión, a final de cuentas es él el que lleva todos los gastos, ella pide consideración, lleva la casa y el pequeño negocio de muebles, él menciona que el negocio no avanza por su mala organización y que la casa cada vez está más desatendida, Ella saca sus sueños frustrados, su desinterés por ella, que seguro anda detrás de la fulana -esa- de secretaría, le dice loca alterada, ataque contra ataque.
Las polillas bailan alrededor de la pálida luz de los fluorescentes inalteradas de las agresiones y reproches de nuestros actuantes,  las voces cruzadas  de amenazas punzantes. Todo esto mantiene al lector con la mirada fija a la pistola del policía, ahora esta descansa en la mesa. Espera con paciencia que la mano de Melinda hale el gatillo. Será pronto, medita,  se relata como la botella de vino sale volando por los aires.
Pero, la pareja está dispuesta a reconciliarse, se han tranquilizado, las voces han bajado de tono y se comienzan a acercar uno al otro para poder abrazarse y repetirse una vez más que nunca más volverá a pasar. El lector no lo tolera, entra a puntillas a la narración.  Toma la pistola mientras ellos yacen abrazados, besándose, repitiendo una escena tan vieja como cliché. Toma la pistola cuidando de no dejar huellas dactilares en algún otro sitio, dos disparos certeros.
Dispara primero contra él, por idiota, por ser un hombre mediocre con su realidad y que no busca, ni podrá salir de esa mediocridad, y porque le recuerda también al policía burlón y coimero del que tiene imagen. Luego viene el disparo contra la mujer, por aguantarse a un hombre tan desagradable y alcohólico, sostiene que es parte culpa de ella aguantar a un ser tan repulsivo.  Lejanamente se escucha una sirena, los patrulleros y paramédicos se acercan, los envía el escritor para salvar a sus personajes que moquean en el suelo. Con el arma en las manos, intenta pensar fríamente que hacer. La puerta se abre de par en par y entra la policía.  El lector se queda observándolo.

Sonríe. Como el lector tiene pleno conocimiento sobre Teoría literaria, considera y sabe perfectamente que un buen recurso de salida para un autor es una historia de final abierto.