6 mar 2018

Enséñame a dormir



Enséñame a dormir. 
Me cuesta dejar de vivir. 
Escribo, leo, libo… vivo. 
La mala suerte esquivo. 

¡No necesito dormir! 
No tiene sentido. 
Ha sido ácido el sonido. 
Sórdido, no te olvido. 

Cigarrillo. 
La colilla con tu labial. 
La planta sabia ya sabía que la savia no dormía. 
Ansía seguir, continuar. 

Dormitar, descansar. 
¡Percepción impuesta! 
Somos máquinas de crear. 
Tú puedes dormir tranquila. 

Aquí o allá, a mi lado o no.
De todas formas no estaré. 
Eso sí, por mi dos ventanas te veré. 
Entenderé tu punto, más no lo comparto y punto. 

No hablemos más del asunto. 
Con destreza te unto, diferentes conjuntos. 
Una sola intersección. 
Un perfecto desperfecto. 

Y, en efecto, trato de ser directo. 
Por ti siento más que afecto.
Pero no hablas mi dialecto. 
¡Entiende, dormir no tiene sentido! 

Enséñame a dormir, te lo pido. 
Tendrás que aceptarlo, soy muy mal alumno. 
Cantemos un himno y disfrutemos de lo íntimo. 
Ínfimo será el instante, serás mi cariátide. 

Descansa Dulcinea, ya no pongas esos ojos tristes. 
Duerme, yo escribiré en un papel lo que has soñado. 
Es el don que algún dios me ha obsequiado. 
Tampoco dormiste. ¿Ya ves que nada resolviste?

3 feb 2017

Sin Título

Cuando la vi, ella ya me veía; callada, con solo los ojos por encima de la superficie. Eso fue lo primero y único necesario para hechizarme, sus cristales almendrados.
En un viaje tan largo como ese no te queda más que tener infinitas contemplaciones al paisaje, y esa noche no fue la excepción. Solo miraba el río pasar y la abundancia de árboles rodearme con aire de verdad. Estaban las estrellas, pero me había quedado sin números para contarlas, así que me pegué con el río, y ahí fue cuando la vi. Debí asustarme, pedir ayuda y lanzarle un buen nadador o algo, era la cabeza de una mujer que salía lentamente de en medio de la nada en el río; pero se le veía tan oriunda, conocedora, capaz que solo atiné a contemplarla. Nos vimos mucho, horas, días, un par de vidas… entendí que ahí el tiempo no pasaba, ahí con ella, quiero decir. Como dije, para este momento yo estaba embrujado, no podía dejar de pensarla y solo era media cabeza. Con delicadeza afloró el resto de ella: sus pómulos pronunciados, su nariz abultada, su sonrisa... bendición o maldición, ella solo sabía sonreír; cuello, pechos, pancita, manos de relojera, caderas nacionales y pies de geisha. Toda ella estaba frente a mí, parada sobre el río, mirándome. Me hizo saber que dentro de mis límites como mortal no había forma de pronunciar su nombre y que solo era ‘Ella’; la comunión de todas la mujeres que he visto y querido alguna vez (Como peruano alienado que soy, pensé que se pronunciaba ‘Ela’ y como criollo cariñoso, con el tiempo, le empecé a decir Ellicita, escrito con ‘C’, por regla general; todos entendemos eso ¿no? Taza, tacita; mazo, macito; Ella, Ellicita, Ellisicita. Se entiende) y que estaba aquí por el peso de mí corazón. 

Lo nuestro fue casual. Ella decidió que la viera de casualidad. Yo solo pasaba y la vi elevarse de las aguas, sigilosa, sinuosa y brillante como polvo de lumbre. La vi sonriente y almendrosa. Me miró. Me miró con ese vestido blanco que solo le queda a ella y solo eso le bastó. ¿Qué maleficio usó esta criatura? ¿Por qué no puedo dejar de verla? ¿De olerla? Su aroma, su adentro. Huele lo que olerían las burbujas si fuesen maceradas en miel. Un girasol en medio de una lluvia torrencial. Ahora es cuando me vanaglorio de la suerte que tengo. Verano, luna llena, medio de la nada selvática, río creciente, planetas desalineados; estuve en el lugar y momentos precisos, y funcionó. Era la mujer de mi vida.
Pero todo esto ocurría inequívocamente aquí. Ella como ser físico y lo nuestro como algo posible. Nació aquí, a dos horas Marañón adentro desde San Regis. Nacimos aquí, donde las aguas de todos los pueblos llegan y se van, donde el caos y la creación no son más que palabras, donde la necesidad es saciada con imaginación. Aquí nació Eli, de mis fantasías de tenerla y de mi querer ser lo que ella necesita. Aquí Eli es feliz, de aquí es. Allá, en otro lado, todo es disonante, sin ritmo, no se baila ni en bolívar ni en ninguna parte. Los demonios te explotan en la cara; pero aquí, bajo un cielo sin tiempo, entre mi eterno viaje y mi querer como artista trascendental, aquí bajo la lluvia que no da respiro, justo aquí, donde nadie mira y el sueldo siempre alcanza y donde todos son amados como quieren y nadie es forzado a nada, Eli, Elicita, es vibrante.

Ató su corazón al mío, se acurrucó en mi hamaca y viajamos juntes. ¿Ya dije que con ella no hay tal tontería como el tiempo? Ella no hablaba, solo sentía; sus piecitos no tocaban el piso, fingía deslizarse; no hacíamos el amor, nos hacíamos, y si nos acabábamos, hacíamos más y más.
He fallado en el intento de plasmar con palabras lo mucho que sentimos y aprendimos ¿En qué creen que piensa una deidad cuando ve a un ser amado? Es una pena, compañeros mortales, que no hayan sido amados como yo lo fui.

El viaje de ahí a allá dura cuatro días y tres noches, pero parecían casi dos años a su lado. Lamentablemente llegó para no quedarse y lo supimos a primera vista.
El final del trayecto era el final de todo (de todo). Entre más nos acercábamos a tierra, más ajeno me tornaba. Juro que era inevitable, incontrolable; sabía a medias qué es lo que marchaba mal, pero no sabía cómo solucionarlo, y eso me frustraba y me llevaba a un bucle de rabietas y malas caras.
Para variar, Ella solo podía sonreír, comprensible. Estaba por encima de mi entendimiento su entendimiento. Ya nada se podía hacer, solo esperar y amar.
La noche antes de llegar a tierra no pude sujetar más; quiero decir que su corazón era más liviano que el aire, y que si  mi corazón no sujetaba lo suficiente, lo que nos une no lo haría más y ella se iría; y así fue. Ellicita terminó su paso por aquí para elevarse al cielo, a uno hermoso; allá arriba sabían que iba. Estaba muy entrada la noche, igual todo se tornó en naranjas, amarillos y violetas, como a ella tanto le gustaba. Y empezó a llover.

A veces pienso que solo la soñé, que mis recuerdos no son más que sueños. Pero cada vez que me hundo en la nostalgia y mi ya no tan pesado corazón se llena de pena, empieza a llover.

2 abr 2016

De ahí venimos

Lo primero que hizo fue observarme largo rato observarlo, entre dubitativo e intrigado; después, como quien carga un ‘creo que es momento de mostrarte de donde salen’, se tamborileó el mentón más de lo que normalmente se lo tamborilea. Mi padre finalizó el aparente preámbulo a una respuesta tomando mi mano y encaminándome fuera de casa. 
Caminé de la mano de mi padre menos tiempo del que esperaba caminar y hubo más silencio del que estaba dispuesto a soportar. Al principio no entendía que pasaba, la verdad es que después seguí sin entenderlo del todo y para ser sinceros hoy en día se me hace bastante complicado darle explicación; yo solo quería saber de dónde salen los niños y la respuesta del hombre que ayudó a crearme fue la pérdida del habla y una caminata de mierda. ¿Cómo esperaba que reaccione un niño de siete si lo ponen en una situación así? Estaba a nada de que mi cráneo explote de la emoción contenida en mi cuerpecito y mi padre continuó caminando en silencio.
La andanza por el único camino del pueblo que lo une con el resto de lo que sea que haya más allá terminó cuando tuvimos una pequeña valla de madera a la mano izquierda, esta resguardaba un estrecho sendero que se extendía por un par de minutos a pie y luego se hacía uno con una extensión de tierra de aparente forma geométrica que llegaba hasta donde me daba la vista. Por alguna extraña razón nos escondimos tras unos arbustos silenciosos y empezamos a esperar.
-Padre ¿Por qué…
- ¡Sh!
Y continuamos esperando.

Le daba pequeños narizazos a la nada hasta que mi padre me pegó con el codo, centré mi atención en la nada frente a mí unos segundos hasta que a unos metros de nosotros vi un poco de tierra moverse. Me acomodé para ver mejor y vi como de la tierra, de ahí, de en medio de la nada empezó a salir algo, de a pocos. Al inicio me pareció ver raíces, como una especie de semilla de germinación instantánea, pero después me di cuenta que eran dedos, diez dedos para ser exactos, dedos de manos muy pequeñas. Estas manitas se aferraron a la tierra para salir del hoyo y lentamente empezó brotar. Acuosa se vio salir primero la cabeza seguida por un cuello que no me explico como la soportaba. Los hombros y el torso de un recién nacido aparecieron escurriendo baba, y por último, sus regordetas piernas para dejarse caer luego, exhausto, sobre el suelo, como si solo hubiera tenido energía para ser espetado por la madre tierra.
Lo recuerdo tan intenso, tan ahora. Ahí estaba la criatura, indefenso, chiquito, parido y empapado, babosísimo, sucio, como un perro mojado. Y en contacto con la tierra se le empezaba a ver hasta fangoso. Como último detalle un delgado cordón lo unía por el ombligo al hoyo de donde salió.
Si antes no entendía que pasaba, ahora mucho menos y las ideas en mi mente no se ordenaban ni como para balbucear. Solo pasó un instante y se acercó al niño un sujeto seguido por una mujer y un hombre. El primero en llegar se agachó hierático y tomó al cholito de las patas, le cortó el cordón con una daga celestial y le dio un palmazo en el poto. El wawita chilló en un brote de vida y así, siendo la imagen de la vida misma, lo entregó a la pareja; ellos asintieron, lo envolvieron con su amor y, calientito, se lo llevaron.
-De ahí salen –sentenció mi padre.

El silencio que nos acompañó en todo momento no nos abandonó de regreso a casa. Aquel día me acosté temprano. No supe que decir. Me imaginaba otra cosa, supongo. Quién diría que venimos de la Pacha. No pedí más explicaciones; si bien no entiendo cómo funciona, así son las cosas. No sé por qué nadie habla de esto, pero es reconfortante saber que todos venimos del mismo lugar, y con los años que ahora tengo encima solo espero que me toque el momento de ir por mi niña.





23 feb 2016

Una página


El humo impacta contra mi rostro, es el viento que lo arrea firme contra mis pómulos y luego lo hace danzar de diversas formas.
Cual marea que la luna acarrea, transcurre lánguido, no sé si eres tú o es el ácido lo que me alucinar, dilucidar distintas formas.

Tú me miras y me calmas, yo admiro tu fuerza, tu osadía, luego apareces multicolor y sepia al mismo tiempo, te tomo a fuego lento mientras observo tu alma, bebo de tu cáliz y aún sed siento.

Presiento que serás como un espejo, de mi ser el reflejo impoluto, que me hace sentir bruto o estratosférico, como un deseo onírico, o como un perico que vuelva libre y transmuta en quimera, maldita la primavera y malditas las flores que te dan nombre, bendito tu cuerpo y la forma en que me hace sentir hombre. 

Le das forma al cobre, así transito el camino endeble hasta llegar a tu pesebre siguiendo una estrella.
Allí donde habita la doncella, la más bella manifestación de tu nebulosa en la tierra.
Una página de un libro olvidado en un estante, amarillenta y errante entre miles como ella. 

2 may 2015

Ouroboros



Circulo tras circulo, figura exacta, perfecta. Pulsación tras pulsación. Estas formas en el agua son acto reflejo a los golpes que la vida le da al lago, y que el lago asume como su destino. Y no tiene otra forma de mostrar su miserable conformidad que emitiendo estas hondas perfectas, circulares. Podrían ser cuadradas o de cualquier otra naturaleza, pero no, se forman círculos únicos que se superponen los unos a los otros. Se expanden, se envuelven entre sí. No hay principio, no hay final. Círculo infinito, vicioso. Cada uno es consecuencia del anterior. Empecemos por el final y terminemos por el principio. Ouroboros nos observa hambriento, yo viajo para tratar de evitarlo, es lo mismo que esperarlo sentado. Me muevo expectante entre estanterías de babilónicas bibliotecas que albergan el conocimiento de un tiempo pasado. Echado, tumbado, o abrazado de algún amor furtivo me esfuerzo por entender mi presente, la realidad que me ha tocado presenciar, disfrutar u odiar. La esfera de cristal que baila por mi cuerpo, esa que se mueve desafiando leyes newtonianas, me cuenta al oído acerca de un futuro cercano, luego descubro en las nubes el arcano privilegio de adivinar el porvenir. 
Todo al mismo tiempo. 
Ouroboros es un ser omnipresente, que sangrante esta aferrado cual candado a su propio destino, a su final… a su comienzo.  Saciando su hambre con su propio ser. El círculo es perfecto, redondo, sin final, sin origen. Que curiosas las figuras que emanan del lago cuando saltas en él, círculo tras círculo… pulsación tras pulsación. Yo te observo, te doy forma con la mirada mejor dicho, pues eres el punto de donde parte ese radio que se repite, esa onda que se superpone a otra, y a otra. También eres otro punto, ese círculo diminuto que encontraras al término del texto que estás leyendo, pero recuerda que no se ha acabado, solo ha vuelto a comenzar.



23 abr 2015

Trapecistas



La salamandra y yo intercambiamos miradas antes de hacer peligrosas piruetas en el aire. Sus ojos oscuros y temblorosos me deben indicar el momento exacto en el que vamos hacer el salto. Es un movimiento complicado que exige el total esfuerzo de mi cuerpo, porque no es solo cuestión de elevarse, también es sincronía.
. Una y otra vez saltamos como si fuéramos trapecistas sobre el fuego , intentando despegarnos de las llamas que lamen nuestros vientres. Mientras lo hacemos, yo admiro de reojo el brillo de sus escamas , como con la luz que filtra por la ventana rebotan de su lomo arco iris y la madeja de intestinos azules translucen por su piel fresca y húmeda .  Luego caemos uno en brazos de otro y yo siento el impacto frío y viscoso de su peso sobre mi pecho, que golpea con toda la energía desde su centro.  La salamandra me abraza y entrelaza su cuerpo, yo junto mi rostro al suyo mientras chasqueamos la lengua alto, muy alto en un canto coral de celebración, que ningún público aplaude, pero nosotras sabemos que es perfecto y magnífico. Somos los únicos habitantes de un mundo brusco y continuo donde hacemos cabriolas cada vez más y más perfectas. Luego retornamos a nuestras posiciones y volvemos a empezar. Entonces yo le digo con la mirada, la mejor manera de entenderse, que soy inmensamente feliz, que ojalá jamás. jamás despierte.

19 mar 2015

La nada es luz



Todo es luz, despierto en algún lugar que no conozco… en ningún lugar. La verdad no tengo como saber en dónde me encuentro pues no puedo ver más que el vacío, blanco segador, sin embargo no estoy muerto. Puedo sentir mi cuerpo, mis manos frías y mis pies algo tibios aún.

Algo me perturba y no son las dudas que me asaltan en estas circunstancias. ¡Voltea! – Grita desesperada mi alma. ¿Será que existe el alma?

Lo que veo al girar mi cabeza me volverá loco. No es una luz al final del camino, es el final del camino y su esencia oscura. Un resplandor negro, el agujero aciago de mi historia, es como una muerte en alto contraste. Ahí está. Lo observo y me observa. Me llama y acudo a él como mi única esperanza, mi perdición.

Las palabras de mi madre suenan tan bien. Su calor. Lloro desconsoladamente mientras un ser gigante y antropomorfo me levanta en brazos, todos me observan.

- ¡Es un varón, felicidades! - Exclama este ser extraño con una sonrisa.

2 mar 2015

Carnestolendas


Enciendo otro cigarrillo, enciendo otra muerte lenta. Expulso el veneno que se eleva raudo, dejándome lejos al ras del suelo. Camino dando pasos en falso, lentamente me aproximo al ocaso. No sé si ando muerto en vida o soy un vivo que anda muerto por estos pasillos. Sí, es otra de esas grandes fiestas donde la gente se empecina en celebrar algo que nadie tiene claro que es, pero hay que celebrarlo ¿no? Nunca logran ser de mi total agrado puesto que detesto las grandes aglomeraciones de personas.

La música hace que todos se agiten a un ritmo frenético y salvaje, todos sudan y se tocan.
Puedo distinguir la variedad de pieles en contacto. Serán 100, tal vez 1000, o será que todas están rozándose y sintiéndose. Un amigo me dijo en una ocasión, mientras recorríamos el desierto, que la luna llena tenía la curiosa propiedad de alterarnos la sangre, de excitar de alguna manera nuestro ímpetu y demás maneras. Respondí tras trastabillar que no creía en esas mundaneadas. Pero, esta noche, sumergido en esta orgía constante de roces y secretos a voces puedo oler ese ímpetu, esas ganas de sentirnos vivos.

El agua corre a chorros, la pintura nos muestra lo fácil que es teñirnos de algún color. Estos colores que representan la alegría, la vida... ya saben, esas mariconadas.
Yo solo me dejo llevar por la marea, observo a todos y siento como me observan. No sé cómo llegué a la sala de ventanas amplias, la habitación más grande del lugar. En este cuarto de matices amarillentos toca la banda, la cual se encuentra envuelta en la llama del centro, en la gran fogata. Todos le prestan atención, todos la observan atónitos, absortos, como esperando no sé qué ahí en medio de la oscuridad medianamente atenuada por el fuego que arde en el medio de todo esto. La cantante le aúlla a la luna, la melodía nos hace estremecer. Estaban los que movían la cabeza de lado a lado, los que se tambaleaban de adelante hacia atrás, también los que tarareaban, los que silbaban, esos que sacudían el pie al compás de la percusión, los que no se sabían la letra y balbuceaban algo indescifrable, los que solo cierran los ojos para fluir con las notas y el humo del lugar.
Yo, envuelto en todo esto solo atine a dejarme llevar otra vez y ver que ocurría.

Conocí a un habitante del lugar, me llamo la atención por su atuendo, realmente desentonante con la celebración, portaba un traje, corbata y un gran sombrero de copa, curioso para ser uno de los más animados y expectantes de lo que estaba por suceder. Le conté como fue que llegue al pueblo por accidente tras andar un rato perdido en un camino de trocha. Él no hablaba mucho, le gustaba escuchar, por eso seguí comentándole como me atrapo el carnaval, cuanto me fascinaron los disfraces, le conté acerca del salón de baile, como todos se quitaron las caras para mostrar sus máscaras al final de este.
Le hablé también del niño centroeuropeo de ojos azules, del argentino mochilero, de los hermosos pasillos de la gran casa y también le dije como fue que fumando un cigarrillo me perdí absorto en mis pensamientos, solo para terminar en la habitación de ventanas amplias.
Este tipo de extravagante atuendo me dijo que aún faltaba lo mejor, que el goza de esta fiesta desde que tiene uso de razón, debía esperar con ansias lo venidero. Luego nos separamos, le perdí de vista o escapó de mí, aun no entiendo bien que sucedió. Recuerdo que nunca se quito el sombrero.
Medito todo esto mientras camino, ¿que habrá querido decir? ¿Qué más podría esperar?
Algo más, si, hace falta algo, no podría decir bien qué, pero estoy seguro que esto no puede acabar así.

Me encuentro perdido, estoy en un viaje del cual no puedo salir, no quiero salir o tal vez no tengo los cojones para hacerlo. ¿Será todo esto real o una simple fantasía narcótica?
Sigo caminando y no dejo de pensar en cómo las personas olvidamos nuestra triste condición humana y aspiramos a algo más. Nadie tiene claro que es este "algo más", así que solo nos queda vivir. Solo queda disfrutar nuestro tiempo en este hermoso jolgorio que es la vida. No conozco nada igual. Supongo que seguiré paseando por este lugar, dicen que algo grande está por venir.

1 mar 2015

El gran Carnaval



Parada en el medio del pasacalle, descansaba en los brazos de ella un gato negro, grande y obeso, con los ojos congelados y la mirada perdida de gato. Ella acariciaba el animal de manera tosca, jalando y estirando la piel del gordo gato una y otra vez  en un ritmo constante y satánico. Ella también llevaba la mirada acristalada de rosa brillante. El pecho abierto, la máscara a un lado.   Llevaba días caminando entre espectros sin rumbos, criaturas de máscaras y sueños rotos. Ya tengo las cuencas de los ojos secas, ya mi memoria es frágil, mi cuerpo inexistente y el alma hecha un trapo, sucio y absurdo.  Este mundo medio, este carnaval del fin de los tiempos, el fin de mi absurdo viaje. 
No recuerdo bien mi vida antes del mundo medio, mi vida antes de la llegada del polizonte, no recuerdo bien en que momento comencé a buscar un cometa, pero llego el día en que fui consciente de la pérdida del mismo, fue así que llegué a parar en este mundo medio, el limbo de las cosas perdidas. Como si fuera Dante en la divina comedia, llegué a parar a esta ciudad de calles acartonadas, de personas enmascaradas.
Carnaval de personajes históricos, de niños con alas, astronautas del recuerdo. Jugaban ajedrez Napoleón y Hitler. El polizonte mencionó que aquí en el espacio de las cosas perdidas, las calles estaban inundadas de gomas de borrar, lapiceros y monedas. Les explicaré brevemente, toda cosa existe por la certeza de alguien en creer que existe esta misma. Cuando tú dejas caer la goma de borrar por el escritorio, escuchas el sonido seco de la caída, sin embargo puede que hayas pensado: .. la recogeré más tarde. El mundo te da cinco segundos para recogerla, cinco segundos o la goma de borrar se transportará al mundo medio, Cinco segundos o desequilibrarás el universo porque abría un elemento inexistente en el mismo. UNO,    DOS,    TRES ,    CUATRO ,  CINCO . Te olvidaste de ella, si mucho más tarde la necesitas o tienes la urgencia de buscarla, encontrarla nunca podrás, buscarás empecinada mente debajo del escritorio, donde suponías que estaba, te golpearás la cabeza contra la mesa un par de veces y no estará ahí- a todos nos ha pasado. Culturas antiguas le daban la responsabilidad a la pérdida de gomas de borrar, llaves, monedas y otros pequeños artificios, a pequeños duendes que habitaban escondidos en las sombras. Pero es culpable de estas misteriosas desapariciones, el universo en su afán cósmico de equilibrio constante. Nada existe si no se cree en su existencia.
No solo son cosas los que llegan a parar a este mundo medio, somos personas, sueños, amores, colores. ¿Cómo? pensarás, llega alguien a este sitio, increíble soledad acaso, ¿no tenía amigos como para que no la recuerden?, o ¿aunque sea el casero?, ¿el que te vende el periódico?, Nadie podría pasar como una goma de borrar, sin que nadie note su presencia. Carnavales, eso pasó conmigo, y el cometa que vi pasar ese mismo día por mi ventana.
Era febrero y la computadora portátil reposaba sobre mis piernas, la noche abrigaba ligeramente y yo no llevaba más que las sábanas encima. Me distraía mirando los mapas de humedad que se formaban en el techo, me distraía mientras esperaba alguna respuesta suya o un desliz de su presencia. Y mientras miraba el techo, el frío comenzaba a correr y yo sólo lloraba, lloraba y lloraba sin motivo aparente. Lloraba en la angustia de esperar una respuesta,  lloraba de miedo, el cuerpo pesado y lloraba con miedo de que alguien note, que él note, lo ridícula que soy de noche, de días, los últimos días.  El cometa cruzó esa noche y con él, la esperanza de encontrarle sentido a la rutina diaria, al mundo entero.
Cinco segundos, ¿recuerdan?, cinco segundos me dio el universo entero para recordar realmente quien era. De qué color eran mis ojos,  que me hacía reír, que cosas me entristecían,  que cosas amaba, cinco segundos pasaron y no recordaba siquiera el compás de mis latidos.
Abrí los ojos y estaba él con la máscara en mano.

 – Hola, no me interesa mucho tu nombre, quizás incluso no lo sepas-jajajaja, soy el polizonte, el original viajero del fin del tiempo.  La música, puedes escucharla?, espero que te agrade, toma esta máscara. Póntela, puedes ser quien quieras. Correr como quieras, es un largo viaje. La intentamos pasar,  ¿sabes? jugamos entre nosotros, nos ponemos distintos nombres, llevamos las máscaras. Es un carnaval eterno.  Nadie acá sabe realmente quien es, jugamos roles,  somos ya tantos los perdidos que muchos no diferencian su origen propio. Mira, las calles están repletas de gente, bailan un mismo compás.  Las cosas perdidas llegan de improvisto, ten cuidado, puede que estés caminando y caiga de pronto un par de gemas, peines, o gatos. Es un pequeño caos, mi deber en este mundo es ayudar a las cosas regresar a su sitio, pero nadie logra recordar cual era, o encuentran detrás de sus máscaras el cobijo de una vida sin muchas complicaciones. Otros enloquecen un poco, más de lo que vinieron jajaja.. No te preocupes, te acostumbrarás rápido, todos lo hacen.  Llevar la máscara o la locura, tú decide. 

28 feb 2015

Nomán



El carnaval de Nomán dura alrededor de tres días y tres noches, y estos son los feriados de más o igual importancia que los días de la fundación del país. En esta se festeja el fin del caos desatado durante los últimos treinta años bajo gobernantes descerebrados, corruptos y pomposos hasta la exageración. Las multitudes se visten satirizando a sus antiguas autoridades, llevando mascaras con los rostros de estos cubiertas con lodo, mientras que otros cortan y deshilan sus trajes lujosos y corbatas de colores. Todo para representar la suciedad que las definían o se las relacionaba.

Treinta años en los que el país se hundió en la miseria de la ignorancia y la manipulación de parte de los que acaparaban el poder. Hubo muchas revueltas durante estos años, muchas revoluciones y muchas campañas de parte de grupos por el cambio, pero todas fracasaron ante la dejadez y el desinterés de los de su misma clase, hombres y mujeres que a pesar que se les intento mostrar que podían ser parte del cambio, estos simplemente aceptaron el implacable poder que representaba la corrupción y la maldad que ya dejaban huella en la historia de Nomán.

El país cayó en la incertidumbre y la desolación de una nación sin alma ni voluntad. El conformismo con este tipo de vida era la idea que más se oía por las calles. La sensación de dejarse llevar por la marea era la forma de ser cotidiana entre los grupos sociales. Y todo esto por treinta largos años.
Pero incluso las cosas malas tienen un final y la gente logró ver esta luz al final del túnel. Lo triste fue que esa gente no vió la luz en su generación, la vio en la siguiente. Niños y niñas que recién eran parte de esto y tuvieron el valor y la voluntad de ver el mundo de otra manera, y negar toda maldad que se estaba dando.

Se los acusó de idealistas, de inocentes, de estúpidos mientras que estos iban creciendo pero no dieron marcha atrás al ser ya adultos. A diferencia de sus predecesores, estos no regalaron el poder ni se lavaron las manos ante los errores. Poco a poco fueron retomando el poder hasta recuperar lo que su anterior generación regaló, la libertad, la justicia, el sentido común y ante todo, su país.

Como recuerdo de esto nació el carnaval de Nomán. El carnaval que se volvió parte una tradición que no olvida. Esto se nota al finalizar los tres días, cuando todos se quitan las mascaras embarradas y vemos a la nueva generación, triunfante y orgullosa; y a la antigua, que a pesar que se han quitado las máscara, aún continúan manchadas de lodo. Esta última penitencia es dirigida a los verdaderos culpables, los que se rindieron.