19 mar 2015

La nada es luz



Todo es luz, despierto en algún lugar que no conozco… en ningún lugar. La verdad no tengo como saber en dónde me encuentro pues no puedo ver más que el vacío, blanco segador, sin embargo no estoy muerto. Puedo sentir mi cuerpo, mis manos frías y mis pies algo tibios aún.

Algo me perturba y no son las dudas que me asaltan en estas circunstancias. ¡Voltea! – Grita desesperada mi alma. ¿Será que existe el alma?

Lo que veo al girar mi cabeza me volverá loco. No es una luz al final del camino, es el final del camino y su esencia oscura. Un resplandor negro, el agujero aciago de mi historia, es como una muerte en alto contraste. Ahí está. Lo observo y me observa. Me llama y acudo a él como mi única esperanza, mi perdición.

Las palabras de mi madre suenan tan bien. Su calor. Lloro desconsoladamente mientras un ser gigante y antropomorfo me levanta en brazos, todos me observan.

- ¡Es un varón, felicidades! - Exclama este ser extraño con una sonrisa.

2 mar 2015

Carnestolendas


Enciendo otro cigarrillo, enciendo otra muerte lenta. Expulso el veneno que se eleva raudo, dejándome lejos al ras del suelo. Camino dando pasos en falso, lentamente me aproximo al ocaso. No sé si ando muerto en vida o soy un vivo que anda muerto por estos pasillos. Sí, es otra de esas grandes fiestas donde la gente se empecina en celebrar algo que nadie tiene claro que es, pero hay que celebrarlo ¿no? Nunca logran ser de mi total agrado puesto que detesto las grandes aglomeraciones de personas.

La música hace que todos se agiten a un ritmo frenético y salvaje, todos sudan y se tocan.
Puedo distinguir la variedad de pieles en contacto. Serán 100, tal vez 1000, o será que todas están rozándose y sintiéndose. Un amigo me dijo en una ocasión, mientras recorríamos el desierto, que la luna llena tenía la curiosa propiedad de alterarnos la sangre, de excitar de alguna manera nuestro ímpetu y demás maneras. Respondí tras trastabillar que no creía en esas mundaneadas. Pero, esta noche, sumergido en esta orgía constante de roces y secretos a voces puedo oler ese ímpetu, esas ganas de sentirnos vivos.

El agua corre a chorros, la pintura nos muestra lo fácil que es teñirnos de algún color. Estos colores que representan la alegría, la vida... ya saben, esas mariconadas.
Yo solo me dejo llevar por la marea, observo a todos y siento como me observan. No sé cómo llegué a la sala de ventanas amplias, la habitación más grande del lugar. En este cuarto de matices amarillentos toca la banda, la cual se encuentra envuelta en la llama del centro, en la gran fogata. Todos le prestan atención, todos la observan atónitos, absortos, como esperando no sé qué ahí en medio de la oscuridad medianamente atenuada por el fuego que arde en el medio de todo esto. La cantante le aúlla a la luna, la melodía nos hace estremecer. Estaban los que movían la cabeza de lado a lado, los que se tambaleaban de adelante hacia atrás, también los que tarareaban, los que silbaban, esos que sacudían el pie al compás de la percusión, los que no se sabían la letra y balbuceaban algo indescifrable, los que solo cierran los ojos para fluir con las notas y el humo del lugar.
Yo, envuelto en todo esto solo atine a dejarme llevar otra vez y ver que ocurría.

Conocí a un habitante del lugar, me llamo la atención por su atuendo, realmente desentonante con la celebración, portaba un traje, corbata y un gran sombrero de copa, curioso para ser uno de los más animados y expectantes de lo que estaba por suceder. Le conté como fue que llegue al pueblo por accidente tras andar un rato perdido en un camino de trocha. Él no hablaba mucho, le gustaba escuchar, por eso seguí comentándole como me atrapo el carnaval, cuanto me fascinaron los disfraces, le conté acerca del salón de baile, como todos se quitaron las caras para mostrar sus máscaras al final de este.
Le hablé también del niño centroeuropeo de ojos azules, del argentino mochilero, de los hermosos pasillos de la gran casa y también le dije como fue que fumando un cigarrillo me perdí absorto en mis pensamientos, solo para terminar en la habitación de ventanas amplias.
Este tipo de extravagante atuendo me dijo que aún faltaba lo mejor, que el goza de esta fiesta desde que tiene uso de razón, debía esperar con ansias lo venidero. Luego nos separamos, le perdí de vista o escapó de mí, aun no entiendo bien que sucedió. Recuerdo que nunca se quito el sombrero.
Medito todo esto mientras camino, ¿que habrá querido decir? ¿Qué más podría esperar?
Algo más, si, hace falta algo, no podría decir bien qué, pero estoy seguro que esto no puede acabar así.

Me encuentro perdido, estoy en un viaje del cual no puedo salir, no quiero salir o tal vez no tengo los cojones para hacerlo. ¿Será todo esto real o una simple fantasía narcótica?
Sigo caminando y no dejo de pensar en cómo las personas olvidamos nuestra triste condición humana y aspiramos a algo más. Nadie tiene claro que es este "algo más", así que solo nos queda vivir. Solo queda disfrutar nuestro tiempo en este hermoso jolgorio que es la vida. No conozco nada igual. Supongo que seguiré paseando por este lugar, dicen que algo grande está por venir.

1 mar 2015

El gran Carnaval



Parada en el medio del pasacalle, descansaba en los brazos de ella un gato negro, grande y obeso, con los ojos congelados y la mirada perdida de gato. Ella acariciaba el animal de manera tosca, jalando y estirando la piel del gordo gato una y otra vez  en un ritmo constante y satánico. Ella también llevaba la mirada acristalada de rosa brillante. El pecho abierto, la máscara a un lado.   Llevaba días caminando entre espectros sin rumbos, criaturas de máscaras y sueños rotos. Ya tengo las cuencas de los ojos secas, ya mi memoria es frágil, mi cuerpo inexistente y el alma hecha un trapo, sucio y absurdo.  Este mundo medio, este carnaval del fin de los tiempos, el fin de mi absurdo viaje. 
No recuerdo bien mi vida antes del mundo medio, mi vida antes de la llegada del polizonte, no recuerdo bien en que momento comencé a buscar un cometa, pero llego el día en que fui consciente de la pérdida del mismo, fue así que llegué a parar en este mundo medio, el limbo de las cosas perdidas. Como si fuera Dante en la divina comedia, llegué a parar a esta ciudad de calles acartonadas, de personas enmascaradas.
Carnaval de personajes históricos, de niños con alas, astronautas del recuerdo. Jugaban ajedrez Napoleón y Hitler. El polizonte mencionó que aquí en el espacio de las cosas perdidas, las calles estaban inundadas de gomas de borrar, lapiceros y monedas. Les explicaré brevemente, toda cosa existe por la certeza de alguien en creer que existe esta misma. Cuando tú dejas caer la goma de borrar por el escritorio, escuchas el sonido seco de la caída, sin embargo puede que hayas pensado: .. la recogeré más tarde. El mundo te da cinco segundos para recogerla, cinco segundos o la goma de borrar se transportará al mundo medio, Cinco segundos o desequilibrarás el universo porque abría un elemento inexistente en el mismo. UNO,    DOS,    TRES ,    CUATRO ,  CINCO . Te olvidaste de ella, si mucho más tarde la necesitas o tienes la urgencia de buscarla, encontrarla nunca podrás, buscarás empecinada mente debajo del escritorio, donde suponías que estaba, te golpearás la cabeza contra la mesa un par de veces y no estará ahí- a todos nos ha pasado. Culturas antiguas le daban la responsabilidad a la pérdida de gomas de borrar, llaves, monedas y otros pequeños artificios, a pequeños duendes que habitaban escondidos en las sombras. Pero es culpable de estas misteriosas desapariciones, el universo en su afán cósmico de equilibrio constante. Nada existe si no se cree en su existencia.
No solo son cosas los que llegan a parar a este mundo medio, somos personas, sueños, amores, colores. ¿Cómo? pensarás, llega alguien a este sitio, increíble soledad acaso, ¿no tenía amigos como para que no la recuerden?, o ¿aunque sea el casero?, ¿el que te vende el periódico?, Nadie podría pasar como una goma de borrar, sin que nadie note su presencia. Carnavales, eso pasó conmigo, y el cometa que vi pasar ese mismo día por mi ventana.
Era febrero y la computadora portátil reposaba sobre mis piernas, la noche abrigaba ligeramente y yo no llevaba más que las sábanas encima. Me distraía mirando los mapas de humedad que se formaban en el techo, me distraía mientras esperaba alguna respuesta suya o un desliz de su presencia. Y mientras miraba el techo, el frío comenzaba a correr y yo sólo lloraba, lloraba y lloraba sin motivo aparente. Lloraba en la angustia de esperar una respuesta,  lloraba de miedo, el cuerpo pesado y lloraba con miedo de que alguien note, que él note, lo ridícula que soy de noche, de días, los últimos días.  El cometa cruzó esa noche y con él, la esperanza de encontrarle sentido a la rutina diaria, al mundo entero.
Cinco segundos, ¿recuerdan?, cinco segundos me dio el universo entero para recordar realmente quien era. De qué color eran mis ojos,  que me hacía reír, que cosas me entristecían,  que cosas amaba, cinco segundos pasaron y no recordaba siquiera el compás de mis latidos.
Abrí los ojos y estaba él con la máscara en mano.

 – Hola, no me interesa mucho tu nombre, quizás incluso no lo sepas-jajajaja, soy el polizonte, el original viajero del fin del tiempo.  La música, puedes escucharla?, espero que te agrade, toma esta máscara. Póntela, puedes ser quien quieras. Correr como quieras, es un largo viaje. La intentamos pasar,  ¿sabes? jugamos entre nosotros, nos ponemos distintos nombres, llevamos las máscaras. Es un carnaval eterno.  Nadie acá sabe realmente quien es, jugamos roles,  somos ya tantos los perdidos que muchos no diferencian su origen propio. Mira, las calles están repletas de gente, bailan un mismo compás.  Las cosas perdidas llegan de improvisto, ten cuidado, puede que estés caminando y caiga de pronto un par de gemas, peines, o gatos. Es un pequeño caos, mi deber en este mundo es ayudar a las cosas regresar a su sitio, pero nadie logra recordar cual era, o encuentran detrás de sus máscaras el cobijo de una vida sin muchas complicaciones. Otros enloquecen un poco, más de lo que vinieron jajaja.. No te preocupes, te acostumbrarás rápido, todos lo hacen.  Llevar la máscara o la locura, tú decide.