31 ago 2014

Menarquia

Tomé tu sangre, tu cáliz
Tomé tu pureza, tu inocencia
Querías hacerme feliz
Me sorprendió tu incandescencia

Dolor y llanto nos espera
Pecadores libres del pudor
Desnudando la primavera
E ignorando el sudor

Hermosa sensación que me embarga
Horrible fragmentación del himen del alma
Oda a la pasión que en brazos nos carga
Nos levantan: abrazos, lágrimas y calma.

30 ago 2014

Quédate hasta que salga el sol

Michelle sigue recostada mirando hacia los pies de la cama y no se me es necesario tocarla para sentir la suavidad de su presencia.  Nuestros cuerpos aún tibios forman un cuadro sincronizado de contraposiciones desnudas de colores y direcciones, siempre acabábamos así, cada una en su propia esfera dirigiéndose a su destinado punto cardinal, ella era una aguja hacia el sur, yo hacia el norte. No era la primera noche que me quedaba en su casa con excusa de tener que hacer un trabajo grupal en la universidad o en casa de una amiga, a fin de cuentas no le mentía a nadie, me quedaba en casa de una amiga que pesar de ser muy joven y a punta de poco esfuerzo económico (sus padres pagaban todo) comenzaba a vivir sola.
Y era muy divertido estar con ella, fuera de los encuentros ocasionales sexuales que teníamos,  su departamento era el más intrigante departamento en el que haya estado, siempre se escuchaban voces muy de lejos, pequeños pasitos, gotas, música.  Rara vez salíamos de la habitación, era como si afuera tendríamos que regresar a nuestro empaques, al mundo que no tolera este tipo de amistades, en el que nos obligan a sentirnos avergonzadas. La habitación era nuestro propio domo de protección, aquí no había nombres, no había sexos, no existía nada más que el ser y nada más que el ser.  Así que en ella retomábamos el juego de niños y la imaginación explotaba sin límites.
Dado que no salíamos de ella, nos quedábamos en la habitación en silencio, aguardando que pasara la media noche,  pasada esa hora, las intrigas comenzaban. Yo supongo que en el mismo depa que vive, por las noches, sale de sus pequeños recovecos, pequeñísima gente que a pasos cortos corretea por todo el departamento inutilizado y fuman, fuman mucho porque el humo siempre entraba hacia el cuarto, nunca salía.  Después de un rato paraban y recién nos decidíamos por dormir.
Como es torpe pero también tímida, causa estruendo al tropezarse con los muebles y luego hace el favor de lavar los trastos a manera de disculpa. Ya el sol filtraba por todos lados y regresábamos a nuestra normalidad. Sin mucho que explicar yo salí del departamento, baje esa infinita cantidad de escaleras que daban del piso 6 al primero.  En la puerta ya me esperaba Pablo, con su pose de bohemio decadente y gil, me besa fuertemente en forma de saludo y nos dirigimos hacia el auto. Mientras el fuma y me conversa acerca de la política en Venezuela, yo miro como las franjas blancas parecieran que nos persiguen, yo también he llegado a pensar que en el departamento en el que vivo hay personas que usan la cocina- cada tanto se escucha el entrechocar de los platos- y tienen apego por los objetos pequeños, como aretes, borradores, tajadores y tomatodos, que primero toman prestado y luego pierden. Michelle supone que alegremente, son duendecillos buenos como los que terminaron la tarea del zapatero en el famoso cuento infantil ese; yo he llegado a pensar, que en mi departamento no hay duendes sino que mi astuta madre alquila el departamento por las noches mientras no estoy, a un mejor precio.

27 ago 2014

En la oscuridad de un porro

Me encuentro a oscuras y no puedo ver nada más que la pantalla de la televisión, estoy tomando alguna infusión o tal vez es barro. La tele vuelca sus colores en mi cerebro; el cual los recibe como un bate a una pelota de béisbol, los golpea y los manda lejos hacia mi adormecido subconsciente. Aquí bailan, beben, fuman y explotan en ideas descabelladas y maníacas, las cuales contengo para no saltar del sofá donde estoy recostado. Una brisa leve entra por la única ventana de esta habitación, no es tan fuerte como para darme frío sino más bien me acaricia el rostro y los pies descalzos.  Bebo otro sorbo. Me encorvo y recojo el control remoto. Yo sé que está detrás de mí, por eso volteo repentinamente para encontrarme con una pared azul de la cual cuelga un cuadro de Dalí.
- No hay nadie aquí, estoy completamente solo. Me digo a mi mismo como para calmar los nervios
Cambio de canal y subo el volumen. Me siento observado. Mi perro me mira extrañado, me acerco y lo acaricio. Se sube al sofá, me olfatea de pies a cabeza. Cierro la ventana para que no salga el humo. Subo el volumen. Como en una secuencia de película mi control remoto empieza a estirarse, me hace pensar en la gente que conozco: Hipócritas de mierda. Luego me calmo pues recuerdo que así es la sociedad en la que me tocó vivir o debo pensar eso por los ácidos que consumí.
Desde que cerré la ventana hace más frío y corre más viento, hay tanto humo que ya me muevo ligeramente lento. La abro, la abro para dejar entrar algo de luz solar… hace falta a estas horas de la noche. La luna me mira y pienso que es de queso, el perro se levanta del sofá y se recuesta en mi cama. Ya no me siento observado, ahora más bien estoy aterrado pues siento la presencia de hace un rato aún más cercana. Puedo oír su respiración agitada pero entre el humo y la oscuridad no puedo saber dónde se encuentra. Me despreocupo y subo más el volumen, pienso en que debí enamorarme de otra chica pues la que me gusta me odia. Ya no logro ver al perro, debe haberse quedado dormido después de tremenda horneada. Recuerdo a mis camaradas de la infancia, jugábamos todos los días a que éramos los héroes de las películas que veíamos. Éramos tan inocentes.
Ver la tele ya no tiene sentido, no entiendo lo que estoy viendo y me está ensordeciendo, así que subo más el volumen y grito: ¡Azules hijos de puta! ¡Métanse su comunismo al culo!
Luego acaricio un afiche de Mao. Doy otra calada para elevar la mente y olvidarme de lo que sea que me está acechando hace horas. Lo que no sabe es que tengo un plan, generare tanto humo en mi habitación que va a estar tan drogado como yo. Se acercara, intercambiaremos un par de frases célebres, y fumaremos un canuto viendo la televisión mientras comemos palomitas bañadas en mantequilla. Vuelvo a subir el volumen.
El perro retomo la conciencia o eso creo pues no lo veía hace ya un rato. Se recuesta al lado de la televisión y me mira fijamente. Perro de mierda. Enciendo un cigarro y veo la tele, jamás entenderé este aparato. Estoy calato, chorreado en el sofá como si no hubiera mañana. Una ceniza me cae en la pierna izquierda, no me inmuto. Veo como me quema y deja una herida pero no importa, acabo de recordar que no tengo perro. Subo al máximo el volumen para que nadie me escuche gritar.

21st Century

Salgo del shock y solo veo oscuridad durante varios minutos. Sin mover la cabeza identifico donde estoy y pienso que la fuerza con la que golpean la puerta desde fuera, es casi titánica. Posiblemente problemas de ira y una muy mala suerte para mí.
No sé si es el miedo que me aplasta de una manera casi palpable o la cantidad de THC que circula mi organismo, pero no me he movido en un largo rato. No sé cuánto tiempo traigo sentado en la misma incómoda posición pero felizmente no soy claustrofóbico y puedo estar sentado sin hiperventilarme en este remedo de armario para escobas.
El continuo y agresivo golpeteo a la puerta empieza a taladrar mi cabeza como si en ella cayeran sus nudillos. Pienso varias veces que perderé el juicio antes de perder la vida.
Pienso que debí llamar a la policía en cuanto tuve la primera corazonada. ¿A quién engaño? En realidad pienso que el sujeto de la fuerza titánica podría cortarme en trozos, marinarme y preparar un buen acompañamiento antes que la policía de este país llegue. Estoy solo.
Después de imaginar varias a veces a Jack Nicholson introducir su cabeza por la rústica puerta de madera, el golpeteo cesó y el silencio se apoderó de mis hiperactivos pensamiento los cuales empezaron a susurrar vagamente que soy un drogadicto.
Nunca hubo nada. Lo más probable es que hoy no solo consumí marihuana sino también cocaína o ácidos, quizás éxtasis o comí algún hongo alucinógeno que me hizo crear toda esta noche atroz en mi cabeza. Lo más probable es que durante la noche perdí el control y en un arranque de paranoia me encerré en este armario y el golpeteo incesante es de cualquiera de mis amigos, aún con vida, que se preocupan por mí. Ahora mis amigos se cansaron de aguantarme y están nuevamente fumando y riendo en mí sala. Sí, soy un drogadicto y eso es lo que ha pasado todo este tiempo.
En un momento de lucidez, rompo la posición que he mantenido religiosamente todo este tiempo y me paro lentamente, exageradamente lento, y termino frente a la magullada puerta mientras me repito una y otra vez que será la última vez que consuma drogas. Siento un cosquilleo que revolotea en lo más profundo de mi vientre, este se apodera de todo mi cuerpo y estalla en una risotada irrealmente sonora para la situación en la que creía estar en un principio. Debido a la risotada, quito el seguro como un hombre risueño lo haría y abro la puerta despacio.
Con un “¡Sorpresa!” en la punta de la lengua, termino de abrir la puerta y frente a mi está un sujeto con un objeto que introduce velozmente, y con fuerza titánica, en mi abdomen. No siento dolor. Pensé que la alucinación había terminado, pero creo que aún sigue. Vencido, una vez más por mis demonios, caigo en la alfombra que rápidamente se mancha de un colorido fluido.
No logro ver el rostro del demonio con el que me toca luchar esta noche, solo veo que se aleja de mi para tomar asiento frente al ordenador. Con calma busca y reproduce 21st Century de Red Hot Chili Peppers, mueve un poco la cabeza al buen ritmo del funk rock estadounidense y con el objeto que nunca soltó, se pone de pie y se acerca a mí nuevamente.
Mientras veo como se acerca empiezo a pensar que no es un demonio que me acecha en una noche cualquiera, que no son fluidos de colores lo que manchan la alfombra y que todo esto no es una alucinación de un empedernido consumidor de drogas.
Estoy congelado, no puedo moverme, no puedo pestañear, no puedo reír.
Sin dejar de mover su cabeza al ritmo de la música, se arrodilla a mi lado y, mientras escucho strangulation, altercation, oral sex and bird migration y pienso que jamás entenderé lo que quiere decir esta banda, veo como levanta el arma que tiene en la mano y la entierra por última vez en mi.
Él empieza a silbar la canción y yo solo quiero salir de esta alucinación.

26 ago 2014

¿Te ríes de mi?

Siempre que escucho reírse a alguien en la calle, pienso que se ríe de mí. Es una suerte de manía que me persigue desde que tengo uso de razón. No me considero alguien inseguro o tal vez si lo soy… tal vez ya estoy algo quemado y no son más que desvaríes de una mente enferma de tanta mierda que consumo.
Llegó y se sentó justo atrás de mí, al lado de su mejor amiga. Tenía el cabello rubio y una frente que me pareció desproporcionada para su rostro, aunque quien soy yo para juzgar su morfología facial al fin y al cabo, luego procedieron a torturarme. Escucharlas hablar no era más que una molestia, solo quería prestar atención a mi clase y largarme de ese lugar, estaba cansado y bastante adormecido. Siguen charlando. Salgo del salón enervado. A pesar que la clase acabo y que no pude despegarme nunca de su cotilleo aún recuerdo esa risa. Me atormenta, me tortura, me hace pensar demasiado. Recuerdo cada uno de mis defectos los cuales conozco a la perfección, me vuelvo loco pensando. La risa de mierda me sigue a todos lados, estoy colgado pensando sobre que se reían. Enciendo un cigarro ya en la avenida, camino a casa, es de noche y hace mucho frio. Últimamente hace más frio de lo normal pero por suerte no vivo muy lejos de donde estudio y es un viaje agradable gracias al cigarro feliz que sostengo entre mis dedos. Una pareja camina conversando y justo al pasar a mi lado empiezan a reír de algo que no logro comprender. La rubia ríe otra vez y me mira desde un coche en la calle de enfrente. La pareja vuelve a cruzarse a mi lado, o tal vez es otra pareja, mientras la amiga de la rubia me abraza. Todos ríen, mientras lloro desesperado. Suelto una bocanada de humo puro. Apago el cigarro sonriente y guardo el saldo que me quedo para otra ocasión. Abro los ojos para despertar de mi letargo, aun no amanece en la cárcel de mi mente, empero empieza otro día de mierda.

Llego a la cocina, es muy temprano para encontrarme con alguien, o tal vez muy tarde, ya no distingo la realidad de lo subjetivo. Un jugo de naranja y un cigarrillo; el desayuno perfecto en un invierno como este, el cual me congela hasta las ideas. Si no puedo hablar de algo pues callo. Enciendo otro fallo antes de entrar al limbo donde me imprimen conocimientos, donde todos ríen a mis espaldas, donde la locura es normal y el normal es un loco.