16 dic 2014

Mi inspiración


Me enamore de una princesa abstracta
Heredera de la luz y las formas 
Pasajera musa que por las noches me rapta
Me enamore de sus curvas 
Curvas zigzagueantes me sacan de la realidad 
Dejo la vida mundana y material 
Flotando en su pecho busco la verdad
¿Casualidad o instinto animal? 
Sed de mi propia sangre 
Me encerró en un cuarto y me hizo tragar la llave 
No puedo callar un silencio tan grande 
Baila a un ritmo suave, aquel clavel 
¡Perdón!
Pido perdón a los suicidas, profetas para mentes lucidas. 
Repta en línea recta en el curvo camino hacia tu destino 
Silencio clamó, luego pidió la voz 
Se la negó un habitante mezquino 
Metamórfica reina que con sus manos ceniza alza una hoz 
Y al volverse sombra merma en mi subconsciente 
Me derrumbo con la resaca de tenerla en mente.


14 dic 2014

Juan Gris

¿Cuántas son realmente las probabilidades de cruzarnos con alguien conocido andando por la calle? Esto es obviamente relativo a muchos factores tales como la cantidad de personas que conozcas; será, también, directamente proporcional a los caprichosos azares del destino, si es que existe uno, que encajaron a la perfección como las piezas de un reloj suizo para que tamaña coincidencia se lleve a cabo.
El destino, si acaso todos tenemos uno propio y no solo compartimos el fatídico desenlace, funciona de una manera que me parece un tanto curiosa y por demás incomprensible. Si de alguna forma todo confabula para que pases por la misma calle, a la misma hora, al mismo minuto y exacto momento, el hecho que despegues la mirada de tu celular por un instante y escudriñes un poco en los rasgos faciales de alguien que en efecto es un viejo amigo, el facto de que esto pueda ocurrirte es simplemente asombroso e increíble.
Que si se te ocurría andar por la acera de enfrente o si te tomabas un tiempo más en alguna de tus acciones previas del día no hubieras llegado al inesperado encuentro con tu suerte.
Basándome en estas aseveraciones, me pregunto cuántas eran las probabilidades de cruzarme con Juan Gris el día que todo ocurrió, el día que quedo claro que no volvería a jugar básquet
Nació cerca del valle, a los pies de un río, lejos de la calle. Se dice que uno de cada 29 americanos nace con la enfermedad que mato a Juan Gris. Siempre fue flaco, su futuro: opaco, como su apellido paterno. Nunca le gusto usar traje, nada de camisas, corbatas, o un buen terno. Era un ganador, siempre y cuando cuente con su inhalador. Anhelos de ser deportista, de ser una estrella.
18 años, la gran promesa del equipo. Un minuto más y lograran obtener esa copa, la cual el colegio no gana desde el ochenta y pico. Un serie de movimientos fluidos, una serie de dribles y jugadas espectaculares. Juan hace malabares, Juan encesta. Es increíble lo rápido que ocurren las cosas. Por la noche habrá una fiesta. Lo llevan en hombros. Todo se reduce a escombros cuando empieza la maldita tos. Casi sin voz pide su inhalador, no lo encuentran. Todo va de mal en peor. Cuadro clínico, Diagnostico: Asma.
Juan no va a dejar de hacer lo que más le gusta, entrena en una loza. Un viejo amigo lo asusta, apareció por atrás, no lo vio venir. Se sientan, conversan, la arma, la prende, se la ofrece.
“Esto puede curar tus problemas respiratorios”. Juan sede. Juan inhala, aguanta el humo y estalla, se siente lleno de vida y no tiene saliva. Cannabis Sativa.
Que fácil se vuelve todo, lo puede oír mejor, se ve más bonito. Una sonrisa rígida toma su rostro y muestra sus chirriantes dientes, todo es bello otra vez. Entre cierra los ojos para ver más claro, ojos brillantes, enrojecidos. La paz. Los vecinos son testigos del escrutinio matutino, que antes de acudir al entrenamiento intenso a novicias horas del día, se entrega casi religiosamente la nueva promesa del deporte.
Juan Gris encontró en la marihuana la cura a su problema, nunca más presento un cuadro como los de su infancia.
24 años, sacó campeones a los Toronto Raptors durante 3 años seguidos. Hay un interés en que se mude a Chicago o a la gran ciudad. El solo quiere andar de vago en sus vacaciones, tener más vacilones, fumar otro canuto pues ya empieza a sentir eso malo que habita en sus pulmones.
Ayudaba a su madre, pues ahora eran gente de dinero. Sus hijos en una buena escuela. Su esposa, realmente la gran cosa. Devotos a un carpintero nazareno. Eran una familia ejemplar, excepto por su afán de sembrar y cultivar. Tenía tres plantas en su jardín trasero. Regadas, cuidadas como un hijo más. Nunca tuvo que volver a usar un inhalador.
Respirar, algo tan fundamental pero que pasa desapercibido. Desapercibidos creyeron que podían pasar por siempre, craso error.
La policía tiene la maldita manía de hundirte, de sacar lo peor de ti en las más aberrantes situaciones. Tal vez debió mudarse a colorado, Washington o California.
Preso, tenso. No es la forma en la que pensaba conocerlo, pero así pasó. Mi compañero de celda: el gran Juan Gris.
Su piel fue tomando otro matiz, ojeras. Toz, mucha materia espesa. Flema.
El panorama no pintaba bien, lo tenían con una pistola en la cien prácticamente. La bala: Su familia. Sin dinero los chicos ya no podían estar en tan afamado colegio, su mujer no podía darse lujos a los cuales estaba acostumbrada y su madre no podía comprar su medicina.
Fue como una explosión, apenas le dieron la noticia estalló en toz. Su madre había muerto, la mujer que por él lo dio todo. No hay remedio.
Esputó y tosió durante horas, no podía parar, no podía detener el afluente asesino de mucosidad en sus pulmones. Juan siempre fue y será la única persona que me arrepiento de asesinar, a pesar de que el mismo me lo haya rogado. Ya nada tiene sentido, ¿condena perpetua? Si yo solo atendí su último pedido.

24 nov 2014

Salieri


Un grito y después el silencio.  La prisa del trote y la sangre en sus manos. Que haría Salieri con un  cuerpo en sus manos , nunca había matado, no quería seguir matando. Pero la adrenalina y el color de la sangre corriendo lo excitaba, el rojo chorreante y luego los pincelazos, uno tras otro, una pintura excelsa, maravillosa, prendida, Mozart sigue tocando y llena el ambiente de adrenalina, sinfonía numero 5, sal , sal Salieri y mata a pedazos todo lo que toca el genio. Ten en cuenta que tú llegarás muy lejos, así era , y así fue. Un cuadro hermoso , gritaba con las manos llenas de sangre, hermoso , con su amante hecha pedazos, con trozos de piel colgados por todos lados , con el lienzo hecho piel , con la piel hecha lienzo , estirada a su máxima expresión , la piel blanca , el deseo de carne , la sangre borboteante y ella su musa , hermosa criatura. Bellísima, una autentica ninfa con los pechos turgentes , lechosos y la piel inmaculada, un pincelazo más, una rebanada más y quedaría perfecto , el homicidio hecho arte. Ay pequeño Salieri , no saltes , los polis están buscándote, pero al fin has conseguido armar esta bella pieza de arte y venganza. Yo sé que escuchabas voces cada vez que la veías, en las noches sonaba su risa, su mirada te mataba y tú solo encaprichado en su carne , en el rojo color de su sangre, que mayor prueba de amor que inmortalizar a tu amante en tu máxima ponencia artística. Ay Salieri , si tan solo ella no hubiera esperado también un hijo , quizás le hubiera quitado algo de morbo a este asunto del cuerpo en tu taller ,despedazado, colgado y pintado, pero sabemos bien , que el retoño ese, no era hijo tuyo. Ay, Salieri , lo sé, yo te escucho, no te preocupes, nos quedaremos callados hasta que lleguen los polis, porque no falta poco para que pregunten por ella, porque su verdadero esposo la busque , la extrañe. Lo sé, no me lo vuelvas a repetir, es un cuadro hermoso, realmente hermoso, el rojo brilla con la luna, que pena que sean pocos los que puedan apreciar este cuadro. Pero, no te apresures, quizás es tiempo de llenar el mundo de nuestro arte.

Ya es de noche, corramos la carrera entrelazados. 

13 nov 2014

Yo

Me deslizo por calles sombrías, pienso que todos los que me rodean están locos. Suelo pensar mucho en esas manías de la gente, pequeños gestos que denotan muchas cosas acerca de su personalidad. Soy adicto al cigarrillo y a otras drogas, no dependiente, pero adicto al fin y al cabo. Hablo con mi perro y disfruto de amenas conversaciones imaginando que clase de respuestas podría tener mi canino compañero. Divago en un par de tetas, fantaseo con un mundo utópico y que clases de normas seguiría. Alucino este paraíso como una sociedad anarquista, deísta y autónoma. Donde cada individuo esta consiente de su rol en la sociedad, desempeñándolo de la mejor manera posible. Fluyo sobre una tabla, tomo caminatas para pensar, obtener ideas que espero algún día pueda vender a una empresa que me dé dinero suficiente para no tener que trabajar y poder dedicarme a escribir. Amo a mis padres pero jamás podré comprenderlos, amontonados tengo demasiados cuadernos. Afluente de ideales tan importantes como banales e inverosímiles. Detesto también (y por sobretodo) mi forma de ser, Me odio y ahondando en ese odio he aprendido a amarme. 

5 nov 2014

Chavito, el niño del río

Le decían chavito, era de los niños que vivían cerca del río. Todo él solo era alegría, cuando llegaba a clases lo acompañaba una amplia sonrisa, y corría a pasos pequeños por todo el salón, entusiasmado, comprometido con todo.  Su realidad condenaría a la depresión a cualquier citadino que  había conocido, la familia de chavito vivía destruida, sin padre, con 4 chavitos más, pobres, en una casucha de esteras a pies del río, dormían en colchones sucios, se bañaban en el río.  El río mismo se llevó el cuerpecito de chavito frío. Un día chavito no llegó a clases, meningitis. Meningitis, repetían casi en susurros el resto de niños, como si fuera un demonio silencioso que puede ser invocado con nombrarlo. El día que chavito no llegó a clases, los niños me miraban con los ojos muy abiertos, ellos sabían lo que sucedía, conocían que a mí, su realidad se me era muy distante. Me miraban aterrados, porque entendían que ellos también eran igual de frágiles. Que al igual que chavito, llegar al salón, realizar el taller, era una distracción de una realidad desoladora que los rodeaba, llegaban cómo chavito con una enorme sonrisa porque ahí, , no había papiro malo, ni había frío, ni había hambre, les podía asegurar que los cuidaría en esta pequeña fortaleza acortanada. Pero chavito no había asistido a clases en toda la semana y no volvería aparecer nunca. Un muro se hubiera caído de pronto, había un fantasma entre todos, mi salón ya no era tan seguro, éramos conscientes que nuestra fortaleza había caído.

La infección


Lucho caminaba por una calle angosta del centro de lima. Él es de las personas que no se hacen muchos dramas, si tiene un problema lo soluciona y punto, no se inmuta, nunca lo veras llorar o quejarse.

Lucho anda pensando en su hijo, consume un cigarrillo y hace un gesto extraño al expulsar el humo de su cuerpo. Casi llegando al final de la calle esta le obsequia un olor familiar, un aroma conocido desde su infancia, cuando se mudó a la capital proveniente del norte. Una nube de humo olor anticucho ha inundado sus fosas nasales. Lucho empieza a salivar; es una reacción automática, como el perro de Pavlov, un condicionamiento clásico.
Tal cual ventrílocuo, el norteño habla sin mover los labios. Se dice a si mismo que no importa si su ex-mujer salió del país en el primer avión cuando se declaró la cuarentena debido a la epidemia. Él tiene un plan, su amigo Ricardo, el mecánico, le tiene preparado un automóvil, así que tomará a su hijo y las pocas cosas que aun importan y se dirigirá hacia la sierra del país. Buscará el pueblucho más alejado, tal vez al norte o al centro, dicen que la infección no ha llegado a lo profundo del país. Será cuestión de tener cuidado con la gente enferma que deambula por las calles. Para buena o mala suerte el virus mata rápido, lo que ha hecho que las aceras estén algo vacías y disminuye considerablemente las probabilidades de infección, que ya de por si son muchas pues este se contagia por el contacto con un infectado sea vivo o muerto. Por otro lado, una vez infectado las probabilidades de sobrevivir resultan en cifras negativas.
En la mente de lucho ocurren una serie de procesos que solo en estas circunstancias pueden salir a la luz, piensa rápido, atento a todo y a nada … absorto en sus pensamientos pero con la determinación de un francotirador para ponerle una bala entre ceja y ceja al primer payaso que se le acerque. Por ahora, siempre y cuando pueda descubrir de donde sale el olor a la delicia cardiaca de su juventud, todo estará bien.
La suerte está echada, Lucho llega a su pequeño recoveco en una quinta en la avenida Iquitos. Mira fijamente a su cachorro, está escuchando un viejo disco recopilatorio de música de Camille Saint- Saens, se acerca lentamente y le ofrece una porción de anticuchos. Dos balas menos pero su estómago está lleno y su primogénito podrá comer esta noche, mientras, suena “Danse Macabre”.
Amanece en la febril ciudad limeña, todo empezó a causa de la histeria colectiva en la que se vio sumergida, desde el paciente 0 hasta la propagación nosocomial y la declaración de la cuarentena. Los últimos vuelos partieron y luego cerraron los terrapuertos, nadie más sale ni nadie más entra, reglas básicas si tratas de contener una epidemia que en menos de 2 meses ha terminado con la vida de todo el que se infecta. Se enciende la pequeña radio a baterías que Lucho conserva como una reliquia puesto que es la única forma de enterarse de lo que pasa en el país, el estado declara la ley marcial.
Los robos y los asesinatos han desquiciado a los limeños que aún siguen con vida y se aferran a su ciudad, a una posible cura que está siendo desarrollada en Colombia, según declaro la radio con mayor seriedad del estado. Es la hora de largarse de este manicomio en el cual lleva viviendo 30 años.
Lucho despierta a su hijo, lo carga con un solo brazo y con el otro sostiene una maleta, el arma siempre en el fundillo. Camina deprisa, muy atento, dobla un par de esquinas, sigue por un par de cuadras más y logra divisar el centro de auxilio mecánico de su amigo. La calle esta desierta. Camina demasiado rápido, casi corre. Los caídos parecen observarlo desde el suelo. 
Una pared pintada de azul y blanco, colores del equipo del que Ricardo era un hincha de toda la vida. Toca 3 veces la reja de metal que lo separa de la libertad y la seguridad que puede proporcionar la serranía a sus habitantes. Nadie responde. Vuelve a insistir. Nada aun.
Una voz ronca responde. Ya voy carajo, que manera de joder. Lucho sonríe, por un momento pensó lo peor. Ricardo abre la reja y los hace pasar. Todo está saliendo de acuerdo al plan. El trámite fue rápido, le entregó las llaves, le dio un par de consejos y una palmada en la espalda, sin lágrimas ni cursilerías de ese tipo. Lucho pisa el embrague, pone primera y arranca su última esperanza.
El zarramplín maneja enervado, llega a la carretera y acelera, no puede esperar para mostrarle a su hijo un lugar diferente a la grisácea metrópoli sobrepoblada donde lo ha tenido viviendo desde que nació. Un futuro mejor aún es posible. Solo tienen que sobrevivir el tiempo suficiente para que alguien halle la cura, o que se mueran todos… lo que pase primero. Va cayendo la tarde lentamente, ya la noche se asoma en su venir, el carro necesita algo de gasolina. Lucho le pide al pequeño que espere en el auto mientras él vacía la galonera en el tanque del vehículo. Duelen las muñecas, le pesa el cuerpo y se siente algo afiebrado. Debe ser por manejar tanto y tan tenso, se dice a sí mismo, no pasara nada, soy un maldito hipocondríaco.
Lucho cae débil, el pequeño grita desde dentro del vehículo. Se le nubla la visión y no puede ponerse de pie. Se sabe enfermo, por fin lo ha confirmado. Su hijo sigue gritando. Las cosas suelen perder sentido a estas alturas, en qué momento se habrá contagiado del letal virus, en que momento empezó su desgracia. Ya no hay mucho que hacer ante esta negativa ruin. Frialdad, no quiero que sufra se dice destrozado.
Los síntomas: molestias en las articulaciones, fortísimos dolores musculares, extrema debilidad, vómitos, hemorragias internas y externas, comportamiento psicótico y paranoico.  Estaba claro, esa criaturita no merecía pasar por eso. Con el mayor esfuerzo que ha hecho un hombre jamás, se pone de pie. Abre la puerta. Su retoño sale disparado cual corcho de champagne y lo abraza fuertemente. Lucho deja caer lágrimas a borbotones. Termina de llenar el tanque, suben al auto y maneja por un par de kilómetros más, hasta una gasolinera abandonada. Suda frío.
- Papi, te sientes bien. ¿No estarás… enfermo?
Lucho no responde, no sabe que decirle.
- No te preocupes, no te abandonare.
Rastrilla el arma.
- ¿Qué haces?
El disparo retumbo en sus oídos. 
Cuando la cabeza inerte del menor tocó el suelo, inmediatamente se formó una aureola sanguinolenta alrededor de esta. Simultáneamente Lucho ya tenía el arma dentro de la boca. Una escena demasiado fugaz y violenta, pero comprensible. Tierno y pragmático, su cuerpo se desploma. Suena irónico y desquiciado pero Lucho cayó enfermo tras comer un anticucho infectado.

24 oct 2014

Ámbar

Ámbar observaba desde el umbral de la puerta, el corredor sucio y destartalado de la ¨fábrica¨, al final del pasillo la cabeza de Emily¨ se movía furiosa y angustiosamente sobre la entrepierna de algún parroquiano. Sólo verla le sacaba una sonrisa, Emily era del equipo ORAL, mujeres – en su mayoría-  con el cuerpo tan desgastado y seco por la heroína que sus bocas eran lo único que funcionaba para el oficio. En la fábrica , la droga y el sexo llenaban cada esquina. Ámbar se sentía distante aún, de todo este medio, llegó aquí porque era lo más fácil para poder pagar los estudios, artes liberales- menuda ironía, un piso decente y que le quede un extra para banalidades.  Ámbar mantenía la mirada en Emily, cuando el parroquiano acabó, en su mano aparecieron tres sobres pequeños de plástico que había sacado del bolsillo interior del saco. Los arrojó sobre el piso y vio como la mujer se apoderaba de ellos. Había una expresión extrañamente erótica en su rostro.
Emily se voltio hacia ella y se situó entre ella y la puerta. Con el rostro, con la voz, con su emaciado cuerpo abogaba por su causa.
-        Ámbar- murmuró-, ¿no podrías?.. Por favor..
-        Joder!- dijo ella, con voz ligeramente sarcástica
-        Sabes perfectamente que prefiero que me inyecten a hacerlo yo misma, Ámbar.
-        Pero estaba justo de salida.. mira  no sé..
Ámbar no terminó la frase, sus ojos siguieron el paso ligero que daba Emily hacia la habitación. Siguió mirándola pensativamente, mientras esta vertía la heroína sobre una cuchara y proseguía agregar agua del lavabo.  Pasó cuidadosamente la cuchara sobre la llama del encendedor hasta que la droga y el agua se mezclaron. A pesar de su angustiante necesidad, hacía todo esto con el pulso de un cirujano, con movimientos rápidos y firmes. Ámbar quedaba hipnotizada con el procedimiento.
La mujer se acercó a la cama , se recostó y apoyó la cabeza sobre la almohada .
-        ¿Cómo te gusta la droga, no?
Los enormes ojos de ella abiertos de par en par contestaron mientras miraban con deseo sus brazos. Ámbar se sentó junto a ella y apretó el brazo hasta que resaltara la vena. Empujó el émbolo un par de centímetros y luego lo jaló. La solución lechosa que contenía la jeringa se tiñó de rosa cuando entró en ella.  Había dado con la vena en el primer intento
El pulgar se movió, introduciendo heroína en la sangre de la mujer.
El rostro y cuerpo de Emily se metamorfosearon,  su cuerpo se arqueaba en la cama y pareciera que fuera a despegarse la piel de ella, era un extraño baile. Con mucho esfuerzo articuló un Gracias.. Ámbar sonrió ligeramente y salió de la habitación.
Ámbar flotaba entre la fábrica casi angelicalmente, el vestido blanco que usaba esa noche, flotaba entre prostitutas y traficantes. Hoy no atendería ningún cliente, tendría una cita con el Polizonte, dueño de la fábrica. Sólo las mejores –muchachas, trabajaban directamente con él. Y Ámbar, nunca tuvo que caer en el trabajo de recorrer las calles. Por su juventud y buen cuerpo, siempre fue de las chicas a  pedido, del sector A, producto exclusivo para empresarios y niños bien. El Polizonte no tenía rostro para Ámbar, se le era extraño encontrar afecto, pero con el tiempo, llegó a desarrollar una conducta muy paternal con ella a su manera, el polizonte cuidaba mucho a Ámbar, a fin de cuentas fue ella la que llegó a él en primera instancia. Desde su primer encuentro en un bar hasta el primer polvo , siempre Ámbar fue consciente de quién era él. Y él solo se enloquecía de amor por esa bella muchacha estudiante que venía a parar a sus garras. Se sentía muy paternal con la niña con deseos de periodista.

 El polizonte me pedía permiso para hacer cada cosa, como besarme profundamente, por ejemplo. Su boca era fresca, vibrante y su cuerpo olía como huelen los hombres en el centro del pecho, ácido y fuerte. Después de mi impulsiva inicial –que entre tragos y otros elementos me motivaban- me porté como un trapo.  Entregué mi cuerpo a la chorreadez del momento, él iba amasando con autoridad mi cuerpo, mientras yo permanecía lejana, astral, llevando cuenta de las caricias que me hacia con la barba a medio crecer o con el dorso de las manos.. Después, el polizonte se desvistió también y se ofreció, velludo y maduro, pero yo preferí fingir pudor, rechacé los juegos y me acosté de espaldas con los muslos apretados. Ronroneé. El los separó de Golpe, con una fuerza fingida, haló y dio la estocada.
Supongo que le era indiferente que no fuera virgen. No hizo preguntas, no hizo ruido, sólo cerró los ojos y empecé a ver como se alejaba, como alzaba sus brazos en vuelo y tocaba ligeramente el techo. Podría haber perdido la cabeza en ese instante , el alzaba su vuelo hacia otra dimensión y otro tiempo mientras yo me llenaba   de preguntas. Si alguna vez por agitación, entornaba los párpados y los abría yo lograba ver pasar por sus pupilas imágenes fugaces donde otra corcoveaba y recibía las abundante semillas,, Así por unos minutos eternos más. Después el polizonte se volvió como la sal , se le desprendían los labios, le temblaron las piernas y el vigor ceso con un suspiro profundo. Me sentía tibia y de buen humor. (es catártica la sensación post-sexo) sin rastros de deseo, pero húmeda y contagiada de sensualidad.  Me dio dos golpecitos en la mejilla y se extravió distante, algo triste.
-Te falta costumbre- comentó mientras se vestía- Ya tendrás tiempo de aprender a disfrutarlo.
-Lo disfruté, pero estaba memorizándolo mientras transcurría.
El polizonte me miró desconcertado, como si fuera la primera vez que estuviera viendo a la mujer que .accedió meter a la fábrica.
-Siempre llevas la cuentas de todo.. pequeña?
-SIEMPRE
-Prométeme que no escribirás NUNCA nada sobre mí.  Ni sobre la fábrica.


Pagando por tu amor

Existe más de una manera de hacer el amor. No hablo de poses o de técnicas kamasutricas, hablo de cuando la veo a los ojos, cuando aprecio su manera de hacer cada cosa y puedo sentir que la toco en lo más profundo, sin estar necesariamente exprimiendo su sexo.
Sudando, trato de escribir con su cabello y tatuar en su espalda mi marca. Resbalamos, caemos. Bajamos y subimos en una extraña danza ancestral. Su boca me toca, y parece que con ella le diera forma a mis contornos, a mi hombría. Las sombrías ojeras que son muestras del constante trasnochar al que sometemos nuestros cuerpos hambrientos el uno de otro. Pequeña, dulcinea. Fluimos al mismo ritmo, y recobro la cordura, si, la cordura que perdí cuando jugábamos a mirarnos fijamente. Soy consciente de que me miente. No soy el único que goza de su juventud, un cliente más, pero estoy dispuesto a pagar el precio cada noche si es necesario, para tenerla cerca, para que no me olvide. Terca, terquísima mujer que me vuelve loco, mejor dicho, que me vuelve cuerdo o un cerdo libidinoso. Muerdo su oreja, la nalgueo fuertemente y ella chilla agradecida.


5 oct 2014

11 de Noviembre

11 de noviembre.  Larry camina calle abajo, anteponiendo un pie a otro avanza veloz. Se dirige a la plaza donde se encontrara con un viejo amigo para hablar sobre unos negocios que podrían beneficiarles enormemente. Hace frio, por eso lleva puestos unos guantes de cuero. El cuero tiene una textura increíble, son sus favoritos, se los obsequio su madre hace un par de primaveras. Es invierno, esta ciudad gris se caracteriza por su largo invierno sin temporada de lluvias. Larry, además de los guantes lleva puesta una camisa blanca y un chaleco negro; debajo de un saco gris que va bien con el  color de su piel. Le aprietan sus bien lustrados zapatos, obsequiados por su madre también. Un sombrero como de los años 60 y una bufanda completan su atuendo. Todo perfecto, totalmente coordinado en sus movimientos. Mira su reloj para confirmar que va 20 minutos adelantado a la hora acordada, dobla la esquina y ya puede ver la plaza unas cuadras más adelante. El detesta esperar, se le podría considerar un ferviente opositor de la impuntualidad pero, muy a su pesar, no puede evitar anticiparse a las personas. Siempre llega antes de lo acordado para tener tiempo de verificar que todo esté en óptimas condiciones. Cinco cuadras le hacen falta para llegar a su destino, sentarse en una banca a esperar y contemplar a las parejas que lujuriosas se besan en la plaza, exponiendo y jactándose de su amor frente a todos los presentes. Larry porta un maletín en la mano derecha, este baila al compás marcado por los pasos firmes de su dueño. Dueño que evita las miradas de las personas como si fueran miradas de censura, de desconfianza y desnudes. Larry enciende un cigarro, oh el cigarrillo, se ha vuelto su mayor sostén ante la inseguridad que lo abruma. Le da una fuerte calada mientras observa el Pontiac GTO que reposa doscientos metros adelante, en la angosta calle que recorre. Larry piensa que debería acomodarse el cabello a pesar de que lo tiene perfectamente arreglado, al igual que su camisa perfectamente planchada y sus zapatos relucientes. Se detiene. Otra vez esa sensación. Abre su maletín para sacar una pequeña botella de ron. Bebe de la petaca sin que nadie lo vea, luego la cierra y la mete dentro del maletín negro. Exhala fuertemente el alcohol mientras cierra los ojos. Más calmado, sigue con su andar. Se encuentra ahora mucho más cerca del auto del 67 que ha venido observando desde que dobló en la esquina y encendió el último cigarrillo que fumaria.  Larry imagina lo que sucedería si al arrojar la colilla hacia el costoso carro, este hiciera explosión y causase un gran revuelo en esta pequeña calle donde todos andan despreocupados del resto, expectantes de su propio porvenir. Con una sonrisa casi burlona dibujada en el rostro, arroja la colilla todavía ardiente en dirección al Pontiac GTO del año 67.
El no tuvo tiempo siquiera de pensar, fue como un destello, un resplandor que raudo dejó paso a un ensordecedor estruendo, como si del cielo cayese la furia de Zeus.  Efectivamente, y tal cual como sucedió en la perversa imaginación de Larry, el carro hizo explosión. Jamás entenderé como fue que sucedió ni porque esto ocurrió. La única diferencia de esta escena con la anticipada premonición que tuvo, es que él no logró ponerse en esa situación. Silencio sepulcral.  Solo se puede oír la voz de Larry, sus alaridos perturban a las parejas de la plaza, tiene un círculo de personas alrededor y suelta inentendibles lamentos. Estaba casi al lado del coche cuanto este estalló. Tendido en la gris acera, de la grisácea y enfermiza ciudad. Una plomiza atmósfera rodea la lamentable situación. Larry clama ser llevado a su hogar, pide compasión y reza por piedad.
- ¡Quiero ir casa! Quiero ir a casa, quiero ir a casa, por favor… ayúdenme…
Todos lo observan, rodeándolo, atosigando sus esperanzas. Gesticulador, Larry no puede moverse ya. Siente demasiado dolor cuando las quemaduras de su rostro entran en contacto con sus lágrimas. Transcurridos unos minutos de la desgracia, algunas personas pierden el interés y se marchan, otros bolsiquean su traje para llevarse cualquier cosa de valor. Un sujeto de porte ario, vestido con un short amarillo, unas converse rojas y una casaca verde oscuro desprende el reloj de su muñeca. Otro se abalanza contra el maletín y emprende carrera seguido por un tipo que tras perseguirlo casi hasta la esquina, arremete brutalmente contra él, tumbándolo para luego molerlo a golpes y llevarse el maletín. Después de unos minutos no hay nadie alrededor de Larry, el cual continua esparcido por los suelos, el cual continua gritando (aunque ya sin voz alguna) que quiere ir a casa, que quiere abrazar a su madre.

1 oct 2014

Doggy Style

Hace un par de semanas empecé con un proceso de ‘asexualamiento’. No es porque yo lo haya decidido así, solo desperté un día y perdí gran parte del interés en el sexo, como actividad recreativa, y no entiendo a qué se debe.
Pensé primero, porque lamentablemente hay más de una opción, en mi constante y desastroso remedo de amante. Soy un pésimo compañero sexual por varios motivos que van desde el odio que siento por la falta de medias hasta mi apatía por la variación de posiciones. Creo que siempre fue así, desde la primera vez en la que no me pude quitar las zapatillas y lo hice precozmente con un pitillo a la rodilla, hasta la última vez que fue con la musa de este escrito. Cuando pienso en lo rico que es el sexo (porque rico me parece siempre el mejor adjetivo para sexo) me aborda instantáneamente la idea de desgaste físico para complacer a otro y se me olvida. No exagero, soy lo que puede ser denominado como un mero cumplidor de los retos sexuales que se presentan por azares de la vida. Esto quiere decir que solo cumplo porque, fisiológicamente hablando, puedo hacerlo, y no uso más energía de la necesaria y no pongo de mi parte buscando la satisfacción de ambas partes; y que las propuestas coitales aparecen y no las busco, como se está acostumbrado en la sociedad, porque no sé hacerlo y cuando lo intento, en un arranque de hombría latina, me veo ridículo.
No tardé mucho en darme cuenta que esto no era un factor de mi asexualamiento, ya que toda mi vida sexual se ha basado en ser un mal amante y esto no impidió que, en su respectiva época, sea un cacherito limeño más.

Luego, y siendo este el último punto que desarrollaré por un poco de amor propio, pensé en mi incierta orientación sexual. Esta orientación empezó a hacerse imprecisa debido a una serie de eventos sucedidos en el pasar de mi pubertad y adolescencia que prefiero no evocar o por lo menos no ahora debido a un capricho de escritor amodorrado. Solo diré que estos primeros afloramientos de una posible desviación generaron en mí una cierta duda: ¿seré capaz de continuar complaciendo señoritas? La idea de no tener la suficiente testosterona para dejarlas jadeando generó en mi vida sexual una sensación de dejadez. Pensar en llegar a ser un amante negligente reforzó la idea de lanzarme a los fornidos brazos de la abstinencia.
Esta fue una conclusión a la cual llegué con el transcurso del tiempo y la cual se desmoronó en el preciso momento en el que me di cuenta de que siempre he sido medio maricón y que esto no impidió que más de una señorita haya optado por mis sábanas a las de otro.

Al no encontrar el causante de esta terrible sensación de inapetencia sexual, decidí entregarme a placeres más gloriosos e igual de mundanos que este como comer, dormir, cagar, leer, fumar. Mi vida continuó de esta libertina manera durante unas semanas más.
El hecho de no tener interés en follar no me agobiaba ni mucho menos. Quitarme este peso de encima me sosegaba, me llenaba de calma. Un perpetuo estado de tranquilidad se apoderó de mi vida, cosa que no me incomodó en lo más mínimo, y de mi forma de ver el mundo. Me volví una mejor versión de mí y esto le gustaba a toda persona importante en mi vida: a mí.
Todo marchaba bien con el estilo de vida que empezaba tan alegremente a adoptar, hasta que un día, sin previo aviso, ocurrió el motivo de este escrito.

Empezaba a elevar mi mente, conectarme con mi subconsciente, abstraerme y al entrar en el mundo de los recuerdos, la imaginación y ese tipo de cosas que te dan las drogas, cuando una imagen que no esperaba apareció. Eclipsó mi mente un recuerdo acalorado que hizo crecer velozmente el bulto que dormía en mi entrepierna. Rauda, la arrechura se apoderó de mí y me volvió un salvaje. Irreconocible, me quedé pensando embrutecido en la pornográfica imagen que tomó dictatorialmente mis pensamientos.

Seré sincero: como todo hombre a veces pienso con la pinga (bien dura) y esta vez lo estoy haciendo. Me quedo helado, completamente frío, no me muevo y casi ni respiro porque en lo único que pienso es en ese par de nalgas de oro.
Quiero recordarla. Quiero recordar su rostro, su voz, su mirar, pero no, no puedo. Solo recuerdo su hermoso cabello dorado, rizado y resistente a los tirones apasionados, su cuello frágil pero suculento, su espalda delgada y curva como hecha con un cincel y sus nalgas, ese par de nalgas que les juro nacieron, junto a sus endemoniadas piernas, para recibir muslazo tras muslazo.
No me mal entiendan, no soy machista, ni adicto al sexo, ni me falta sexo. Solo que en este momento, en este preciso momento, solo quiero tener a esa mujer frente a mí... o estar detrás de ella para ser honestos.
No recuerdo como esa imagen se apoderó de mi mente. Ahora solo recuerdo que estaba fumándome un cigarrillo en el balcón cuando de pronto ¡BOOM! Nalgas.
Tranquilos, no quiero que se escandalicen por lo que leen, no soy un hincha acérrimo de la sodomía. Solo soy un amante del bien ingeniado “Doggy Style”. Posición a la cual muchos nos hemos entregado tantas veces con vehemencia.
Sé que hice mal, sé que no debí chorrearme, no debí cancelarle, no debí dejar de hablarle; pero lo hice y ahora (y creo que solo por este efímero momento de arrechura) me arrepiento y me golpeo el pecho. Soy humano señores, erré como han errado millones y ahora busco redención. ¿No merezco ese par de nalgas? ¿Me las negarán como le negaron agua a Jesús cuando cargaba la cruz? ¿Cómo esperan que crea en un ser supremo si es que se puede cometer tal injusticia? ¿Permitirá el destino que un buen hombre se quede una vez más sin algo necesario para continuar con su existir? Desde la punta de mi duro miembro, espero que no lo permita así.

26 sept 2014

Siento

Fardas de minucias, de deseos que la mayoría superpone uno a otro de manera áspera y ambiciosa. Me encuentro en la búsqueda de mi esencia básica, clamo por una respuesta lúdica a mis temores patológicos y enfermizos. Te hallo en la calma después de un rayo, callo ante tu presencia pragmática y ortodoxa (en la doctrina de amarnos). Quiero gozar de placeres abstractos y sentimientos absurdos, sufrir mis logros y lo que conllevan hasta sumergirme en la trágica catarsis que se contrapone a las persianas. Silencio absoluto.  Una visión compartida nos mantiene vivos en el sinuoso camino al luto de mis anteriores musas, te fundes en una secuencia de cuadros maravillosos. Tomas cada engorroso aguijón que se ha clavado en mi piel, la hiel que nos riñe antes que el veneno. No estas. Ya te has ido o tal vez te vas. Busco en el seno de mis deseos, pero no puedo encontrarte pues llegaste más profundo. Socavaste al exceso en la herida ya curada, ya que destapas al oriundo neandertal que reside en la carne. Miro hacia la ventana que, lúgubre, arroja falsas esperanzas a mi infortunio. No he perdido la sonrisa, la encontré en aquella espera ingrata. Malhechor derruido que maltrata sin remordimiento el simple hecho que amo charlar con vos.

24 sept 2014

Elogio a los Eternos




Primer eterno: Lázaro.

Hombre con ideales, de los que quedan pocos. Mateo es, o fue, un hombre único pero desdichado, víctima de una sociedad que, al parecer, se ha dedicado a lo largo de los años a hacer mierda a personas como él.
Héroe por excelencia. Se unió al cuerpo de bomberos a una temprana edad. ¿Por qué? Esa no era la pregunta. La pregunta era ¿Por qué no? Se entrenó para ello y decidió dedicarle su vida. ¿Para ser bombero? No, para salvar vidas. Su idea trascendió de cualquier pensamiento mundano desde que salvó su primera persona a los 15 años, un incendio, algo cotidiano para cualquier otro bombero pero no, fue algo más para él. Fue la felicidad absoluta.
Lo recuerda muy bien, ahora siempre recuerda momentos como esos, flashbacks hermosos, casi un elixir de felicidad corriendo por su memoria. Su primera persona salvada, mujer blanca promedio de 26 a 28 años. ¿Las gracias? No, nada de eso, pero no importaba. Era feliz porque sabía que todas las cosas que esa mujer disfrutara desde ese momento serían gracias a que él la salvó. ¿Complejo de Dios, vacío que llenar, poca autoestima? No, ni idea de que son esas cosas para Mateo. Solo arriesgó su vida por algo que valió la pena, otra vida. ¿Religión? Ninguna, para Mateo solo debes creer en todo lo bueno que se puede hacer con las manos. Suficiente.
Carrera como bombero. Exitosa, puramente exitosa. Eso le llevo a ser leyenda entre sus compañeros. Incendios donde ha participado, 22. Incendios donde su participación fue resaltada, 22. Incendios donde ha sido considerado un héroe, 15. Personas rescatadas de la muerte, 98. Su número preferido desde su retiro de los bomberos, 98. A la mierda los números del 1 al 10 – Hay que pensar en grande-.
Mateo tenía ganas de más, quería ser parte de algo más grande, donde se involucren más personas que salvar. Donde se sienta activo, y sobretodo, aún más vivo.
¿Qué hizo? Cambiarse el uniforme rojo por el azul. Hora de ser policía. ¿Recomendaciones? No las tuvo que pedir. El hombre era leyenda. Cambió a la acción diaria.
Llegó con buen pie, aplaudido por todos los nuevos compañeros que tenía; pero también llegó con nuevas ideas, con ganas de cambiar las cosas. Estaba de racha, en el mejor momento de su vida y con la más grande inspiración del mundo. Otro error. A nadie le gusta los cambios, y mucho menos a sus nuevos jefes y su organización tan “ordenada”.
De bombero legendario a policía de a pie.
–No te enfurezcas, Mateo. Tienes que comenzar desde abajo, como todos. Solo serán un par de semanas hasta que te habitúes a la nueva rutina-.
Falso. Lo enterraron en un puesto de mierda por más de dos años y medio en el lugar más tranquilo del mundo. Personas salvadas, 4. Ancianas que ayudó a cruzar la calle. Al menos no fueron atropelladas.
¿Paciencia? Ya no queda. ¿Retirarse? Imposible. ¿Volver a los bomberos? Fue una leyenda, aún quedaba su orgullo pasado. ¿Trabajar por su cuenta? ¿Qué era? ¿Un héroe enmascarado?
Es un héroe olvidado.
Vida diaria. Levantarse, desayunar, patrullar, almorzar, patrullar, cenar, dormir.
¿Algo nuevo? No, hasta esa mañana. La que inició la derrota.
Un vecino se le acercó a quejarse, vio a un delincuente. Sin más detalles, solo vio a un tipo con apariencia desagradable, suficiente para nuestro policía. Luego el hombre aceleró rumbo a su trabajo. Mundo acelerado, gente acelerada.
Se propuso darle caza. Mateo tenía que hacerlo. Era hora de evitar un robo, un secuestro o  un posible asesinato de alguno de los burgueses que vivían en su zona. Tanto tiempo había pasado de sentir ese fuego interior. Esa hambre de lo que más deseas en el mundo.
Patrulló por todos los lados, buscando hasta en los lugares más inhóspitos de su jurisdicción hasta que lo vio. Un anciano. Un mendigo que había tenido la osadía de entrar al barrio más exclusivo que se podría alguien imaginar. Pero esto no lo detuvo, era parte de su trabajo cuidar la ilusión utópica que se respiraba en esa zona. Ese mendigo era el pecado entrando al paraíso, el humo entrando hasta los pulmones. El cáncer destruyendo un organismo. Una invasión a diestra y siniestra que se tenía que parar inmediatamente antes que lo destruya todo.
-Hombre deténgase.
Nada.
-No puede andar por esta zona, retírese. Vuelve a intentarlo.
Aun nada.
El hombre solo camina con un aperitivo en la mano. Sucio por donde se lo mire y sin hablar del atuendo que usa. Suficiente para causar un sangrado ocular a cualquier persona que asome la cabeza.
-¿Acaso es sordo? Si esto continua no me quedará más remedio que ponerlo bajo arresto.
Mateo no quería que le obedeciera, por fin algo de acción en tanto tiempo. Por fin un respiro de toda la mierda que recibía de sus jefes con su –Todas las demás zonas están cubiertas, lo hacemos por su bien- o –Ya ha salvado varias vidas ¿No le es suficiente?-. Nunca es suficiente, para Mateo nunca lo fue.
El vagabundo solo caminaba y llevaba el aperitivo a su boca pero ya era hora de leerle sus derechos.
Mateo se acercó y lo cogió del cuello por la espalda. Ninguna reacción, nada de nada. Era extraño, irreal. El hombre solo llevó su comida a la boca una vez más. Lo volteó y luego lo estrelló contra la pared más cercana, nada. Ninguna reacción de parte del desconocido.
Exasperación al límite. Mateo sacó el arma y le apuntó a la cabeza. Sentía la sangre explotar en su cabeza en cada palpitación y como la cordura se alejaba de él a grandes pasos.
-¡No se resista, no me está dejando otra alternativa!-.
Acción fingida como nunca antes se vio otra. El vagabundo sonrió.
-¿Por qué sonríes? ¿Te estas burlando de mi autoridad?
-¿Te crees con tanta autoridad?
Por fin una respuesta.
Cólera a tope. Ya no podía aguantar más mierda y mucho menos de un pordiosero atrevido. Perdió la cordura por pocos segundos, los suficientes como para cometer una atrocidad.
Disparó.
Impacto en toda la frente, un disparo limpio a quemarropa.
¿Muertos? Ninguno.
El vagabundo solo se rio, buscó en su frente abierta y saco la bala.
La escena: Un policía de pie totalmente atónito y un vagabundo en el suelo con la cabeza abierta.
Mateo pensó que se estaba volviendo loco. Como coño era esto posible.
La frente del vagabundo empezó a cerrarse como por acto de magia. El tipo se intentó poner de pie pero Mateo no lo permitió. Le puso su pie en el pecho y lo dejo firme en el suelo.
-¡Quédate donde estas!- La locura se notaba a grandes rasgos en sus rostro -¡¿Quién mierda eres?! Responde.
El viejo solo se llevó otra mordida a la boca.
-¡Responde viejo de mierda! ¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo has hecho eso?!
-¿En serio quieres saberlo?
Mateo no respondió.
-Yo soy eterno. Yo soy Lázaro.
No le fue difícil recordar el pasaje bíblico. Sabía quién era Lázaro pero también sabía que eso no era posible. ¿Pero cómo no era posible? Le había visto sacarse una bala de la cabeza.
-No te creo, ¿Por quién me tomas? ¿Un imbécil?
-Ya te lo dije, ahora, si me dejaras ir…
-¡Te he dicho que no soy ningún imbécil!
-Dispara cuantas veces quieras, ¿Crees que me mataras?
La locura se olía en el ambiente. Mateo no espero que se lo pidan dos veces. 6 disparos en el pecho, todo un cartucho y nada. Solo una mueca de dolor pero no más.
-¿Crees que ya no lo he intentado antes? ¿Crees que no he probado mil y un formas de quitarme la vida?
Mateo seguía sin gesticular una palabra. Ya no sabía en que creer.
Los casquillos salieron de su pecho y las heridas se cerraron.
-¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puedes ser Lázaro?
-No hay peor ofensa a la muerte que despreciar su trabajo. Yo reviví pero desde ese momento la muerte ya no me quiere, no vendrá por mí hasta que todo ustedes mueran. He buscado la muerte una y otra vez. Disparos, caídas, venenos, guerras, horca, guillotina, de todo. Ya me resigné, estaré aquí con el viejo y la viuda hasta que el último ser humano muera.
Mateo no entendió nada, estaba en shock.
-¿Lo peor de todo esto? Soy el único de los eternos que de verdad probó la muerte. El único que sabe que es descansar. El único que estuvo en la gloria, no sabes lo que es saborear la paz verdadera hasta que mueres.
Mateo no sabía sobre la muerte pero si la gloria. La había probado, saboreado y vivido en sus días de bombero. Sabía que era sentirse feliz de verdad, había logrado lo que muchos no han conseguido ni conseguirán, el éxito personal, haber cumplido un sueño, el más importante.
Pero ya había pasado su momento y ahora no tenía nada, lo perdió todo. Fin.
No más melodrama. Solo quería descansar.
-¿Me juras que saborearé la gloria una vez más? ¿Me juras que todo lo que me has dicho es verdad?
Una sonrisa maliciosa.
-No hay mayor gloria.
Mateo lloró, solo quería eso. Volver a tocar la gloria. Recargó su arma y se la puso en la cabeza.
Sonrió al pensar que de joven buscaba la vida, preservarla, y ahora –Mírenme he sido reducido a esto, a buscar la muerte- Mateo no esperó más y se voló la cabeza.
Lázaro solo observó, su rostro reflejaba envidia pero ya no le molestaba tanto. Solo cabía esperar. El viejo se encargaría de eso. Él se lo prometió.
-Lázaro, yo sé que estás cansado de todo esto, tengo un plan. Mantente a la espera, y sobre todo pasa desapercibido.
Si, solo tenía que esperar.
-Uno menos, ya falta poco.
Lázaro se levantó y anduvo hacia un futuro incierto.


La nieve

Un día  antes que María Fernández desapareciera, Graham esperaba pacientemente frente al timbre que dieran las 5:00  en punto para poder tocarlo. Graham es parte de la minoría poblacional  que aprieta el dentífrico desde el extremo- nunca desde el medio, de los que bajan la tapa del inodoro después de orinar , de los que siguen la línea punteada del papel higiénico y consiguen doblarlo por ambas esquinas en un exacto ángulo de 45 grados después de cada uso. Ortodoxo hasta para cagar. No por menos sería elegido alcalde de Areón por tres veces seguidas, 15 años dedicados al pequeño pueblo con olor a mantequilla derretida.
Antes que pudiera encajar a perfección su mueca de sonrisa prototipo alcalde, la puerta fue abruptamente abierta.  – Graham, señor—digo señor alcalde, jejeje…- decía nerviosa la mujer de la puerta. – Desea pasar, tomarte, tomar.. te, algo?- siguió diciendo. – No gracias, es muy amable. …¿María está aquí?. – SI, si,si debe estar por bajar, mañana es un gran día, no? Su cumpleaños … que hermosa fecha para una niña, está cada día más hermosa, pensar que la ví gateando y ya es ahora TODA una señorita. - . Ya se había vuelto parte de su rutina tener conversaciones de este tipo , de referirse a María como TODA una señorita, responderles con un jeje- jé galante y asentir. Parte de este juego de trivialidades hacían al pueblo confiar en él, es cercano a todos, decían.  María bajó las escaleras corriendo , se despidió de la señora de la puerta, de la hija de la señora de la puerta y estampó en la mejilla un beso a Graham.
El camino a casa estaba cubierto de nieve y había algo en ella que a Graham lo ponía nervioso. Sentía como el frío reptaba por sus piernas, iba impregnando cada parte de su cuerpo, una brisa susurraba: “Un día como hoy murió Emily, la nieve se tiñó de rosado, ¿te acuerdas? Fue tu culpa”-
No solían hablar mucho entre ellos, con un qué tal y un bien, les bastaba, cada uno caminaba al lado del otro ensimismados en sus propios pensamientos. María, ya no era la pequeña niña que andaba hasta los 8 sólo en puntas de pies para estar más cerca  del cielo y no despertar a los muertos, cumpliría mañana 14 y estaba muy orgullosa de ello, era lo que llamaríamos: Un espíritu libre, toda su vida a sido -LA hija del alcalde-, etiquetada, empacada y vendida con ese nombre. Era tratada de manera distinta también por ese pequeñisimo tema de ser --¨huérfana¨-- de madre, dejó de importarle con el tiempo las miradas hipócritas de pena, es más, se volvió entretenido observarlas y como las personas evitaban pronunciar la letra M cuando conversaban con ella. Emily, se llamaba su madre y murió un día como hoy, hace 13 años.  
Entre esoterismos y cuentos de miedo que le relatan a los más niños, dicen los antiguos que el bosque que rodea Areón es custodiado por ánimas furiosas que no llegaron a cruzar el otro lado.  No es recomendable pasear sin haber sido bautizado. Aléjate del bosque. La casa de los Fernadez daba al bosque y era la más hermosa del pueblo. Emily solía llamarla la casita del miedo del pueblo de Areón, las personas evitaban hablarle, nunca dejó de ser la foránea. la mujer citadina de actitudes rebeldes, mal vista por no ser católica, mal vista por pasarse horas en el bosque, mal vista por ser demasiado hermosa, tener el cabello negro largo y los ojos grises.  Llegó a Areón del brazo de Graham con una panza enorme. A los pocos meses María nació y al mismo tiempo Graham con ayuda de su bien-posicionada familia y encantador discurso sería elegido alcalde.  Siendo el alcalde de Areón pasaba muy poco tiempo en la casa, era una casa muy grande para las dos, demasiado alta, demasiadas sombras. Emily no podía caminar mucho, y el doctor la había prescrito un encarcelamiento voluntario dentro de la casa.  El proceso de desintoxicación es complicado, ya venía nueve meses sin probar droga alguna, y Graham le había prohibido el consumo, Te amo, quiero lo mejor. Cuida a María, no queremos eso para Maria. Te Amo, ya vengo, te quiero limpia, te quiero blanca, hay cosas que arreglar en el despacho, regreso más tarde. NO REGRESABA, La soledad la fastidiaba, la tenían sin las llaves de la casa y el crío lloraba todo el día. La soledad, pensar que era la mujer más independiente que podía creerse y ahora no hacía más que sumirse  en depresión.. Fue ya tarde cuando Graham se dio cuenta que la mirada de su mujer amada yacía vacía.  Soledad, locura y depresión post-parto, suicidio. Al principio la palabra le causaba terror, luego obsesión, mientras Graham llevaba planificando en su despacho los preparativos navideños del pueblo y arreglar las averías del desagüe de Areón; Emily, fríamente planificaba su propia muerte, último recurso de recuperar su independencia y cordura.  Ese día Areón era cubierto por un fino blanco de nieve, el olor de mantequilla derretida llegaba hasta la casa y el telón se empezaba a abrir. Emily  acerco una silla al lavabo del baño, cerró la puerta con llave, dejó dos sobres sobre la tapa del baño, se sentó en la silla, giró la llave del grifo, ató a sus muñecas dos navajas en cada mano, ató sus manos al grifo, frotó y dejó la sangre escapar de su cuerpo, fluir por el drenaje.  En la inmaculada blanca nieve de Areón iba asomándose pequeños puntos rojos, la nieve, rosada.
El día que María Fernandez desapareció, Graham contemplaba desde la ventana el sol naciente, radiante y la nieve simplemente blanca, algo en el aire hacía a Graham poder respirar tranquilo, el clima anteponía buen augurio, celebraría el cumpleaños de María y seguiría viviendo, como lo seguía haciendo, viviendo sin darse cuenta. Todo seguiría su ritmo, vivir con fantasmas pareciera absurdo. En el cuarto contiguo María se aferraba a un sobre con su nombre y ahogaba su llanto en una almohada.
Eran las siete de la noche, toda la sala estaba completamente a oscuras, una pequeña luz era la protagonista y María estaba decidida a pedir un deseo. Graham estaba apuntando el teleobjetivo con la cámara, pendiente del momento en que María se acercaría a la torta y soplaría las velas de su catorce cumpleaños. María se acercó a la vela y se quedó mirándola un buen rato, pensando en que pedir. Levantó la mirada y vio a su padre observándola, horrorizado. Graham vio como a la luz de las velas el rostro de María se transfiguraba al de Emily, como Emily se burlaba de él. Graham salió de la casa a respirar y tranquilizarse un poco. Caminó poco más de media hora rodeando el bosque y a llegar a casa María había desaparecido.
-              Al poco rato de prender las luces, ya no estaba ahí. ...--No se angustie señor alcalde, debe volver en cualquier momento…--
Pasaron las horas y María no aparecía , todo Areón salió en busca de ella. Buscaron cada rincón conocido hasta que la mañana los sorprendió. Graham escuchaba como en susurros la risa de Emily. 
Al regresar  a casa  Graham encontró regado por todos lados los restos del cumpleaños ,los vasos tirados , la torta sin haber sido probada, regalos que nunca llegaron a ser abiertos , pequeños trozos de una tragedia. Graham fue al cuarto de María lloró  desconsoladamente a los pies de la cama, abrazó su osito de peluche, se hecho en la cama para recordar su aroma. Fue entonces que encontró sobre ella la carta de Emily para María..

-Sentada al borde de mi lecho recorro la longitud de mi alma, y la encuentro tan absurda , tan sola, siempre el mismo hueco..soledad, nieve, lluvia, soy más triste que las gotas, perdóname, tú , pequeña bella criatura , me cogiste muy de prisa, perdóname y por más que quise retenerte conmigo , ya te fuiste. No te preguntes como soy yo , negra , blanca , no importa con que vestido me disfrace , siempre soñaré contigo , meciendo tu camita , esperando que te quedes dormida, contemplando , en el hondo de tus ojos , yo estaré ahí.

Nunca Areón había tenido tanta prensa en el pueblo, un asesinato había atraído a los medios.- El alcalde del pueblo raptó a su propia hija  y la asesino progresivamente con un arma blanca. El cuarto en el que fue encontrado el cuerpo del delito tenía escrito en todas las paredes ¨Emily’’ con la sangre de la víctima.  El acusado no quiso dar declaraciones solo atinó a decir: Es culpa de la nieve rosa. 






22 sept 2014

6:32

Escribir, escribir, escribir, con la espera confiada de lograr atrapar en una frase, en una palabra una señal de eso que realmente pueda hacer que todo lo demás que hago valga la pena, o mejor, que le dé realmente sentido a la vida, otro sentido. 

18 sept 2014

Tuve un sueño

Recuerdo que por alguna extraña razón estaba en una especie de base militar submarina. De esas clásicas que todo el mundo conoce; las que uno se imagina cuando le dicen “Base militar submarina”.
Estaba parado en el inicio de un pasillo con una puerta exageradamente grande a mis espaldas y envuelto en una atmósfera derrotista. Todo era lúgubre: poca iluminación amarillenta, muros lánguidamente exagerados y de un material metálico corroído por el tiempo y el mar, aroma a sangre y, como broche de oro, el eco de un goteo constante y enloquecedor.
Creo que es importante mencionar que todo el lugar estaba lleno de agua salada hasta mis rodillas.
Recuerdo que empecé a caminar con pesadez y el camino sea veía ficticiamente interminable, esto trajo a mi mente las caricaturas de Hanna-Barbera y la pisca de nostalgia que le faltaba a todo el ambiente. Después de caminar por un rato atemporal, me topé con una puerta colosal que curiosamente se abrió con facilidad. Andaba medianamente sorprendido por la ligereza de la puerta hasta que vi lo que ésta escondía en una gigantesca habitación circular: frente a mí, encadenado y conectado a unas máquinas que daban la sensación de mantenerlo agonizante, estaba Jesucristo crucificado. Lo que vi es complicado y un poco fuerte. Era un Jesús crucificado muy parecido al de las imágenes de hoy en día pero sin heridas y con cadenas que rodeaban su cuerpo como aprisionándolo, también tenía unos tubos que lo conectaban a unas máquinas gigantescas que lucían sofisticadas en comparación con el resto del lugar. No me sentí impactado como uno piensa que se sentiría en un momento así, me sentí... triste.
Él alzó la cabeza y me miró fijamente, con duro esfuerzo le mantuve la mirada y antes que yo diga algo, él empezó su explicación. No puedo decir exactamente lo que dijo pero haré lo mejor que pueda para ser lo más verdadero posible: "Si la humanidad está como está, realmente jodida, es porque jamás se le perdonó nada." Él vino como enviado de Dios para salvarnos del pecado con su muerte pero a algunas personas poderosas no les convenía que desaparezca el pecado de la Tierra y, por ende, no lo dejaron morir. Esto quiere decir que todo conflicto  con la religión como motor (y me refiero a todo significado que puede llegar a encerrar la palabra “conflicto”) pudo ser evitado ya que tendríamos la certeza de la existencia de algo más grande que nosotros o quizás ni siquiera tendríamos la necesidad de evitar un conflicto ya que estaríamos libres de pecado; por lo tanto, todo estaría bien.
En ese momento no entendía nada, nunca dije nada, solo empezó a hablar pausada y solemnemente. Le doy vueltas en mi cabeza una y otra vez a esta posibilidad que me plantea y eso me está volviendo loco.
Cuando terminó de hablar, el silencio se apoderó de la sala. Pensé en decir algo pero el continuó con un “Te responderé la pregunta que quieras”. Me quedé helado, paralizado, atónito y mientras una serie de incógnitas venían a mi mente otra cantidad de miedos se apoderaron de mi cuerpo. Es entendible ¿No? Estar en una situación así no es nada fácil, si es que se puede categorizar una situación así en lo que entendemos como fácil o difícil.
No sé cuánto me demoré, pero cuando empezaba a darle forma a algunas idea el empezó a sangrar. Jesús sangró mucho, muchísimo, tanto que el agua que me llegaba hasta las rodillas se tornó sanguinolenta. No supe reaccionar. El miedo se volvió desesperación y esta, a su vez, se volvió impotencia, una impotencia que empezó a crecer como ira, la cual generó en mí un sentimiento de muerte, sentimiento que quería escapar de mi cuerpo hecho un alarido y cuando empezaba a sollozar por el pánico que todo esto me producía, desperté.

12 sept 2014

Hormigas

¡Que absurdo el comportamiento de las hormigas de la cocina!



Cuando no dejo migajas de pan, se alimentan de un puñado de alimañas que viven debajo del tapete de la puerta de entrada. O de las lagartijas sin piernas que viven en la ducha en busca de frescor. Reptan con sigilo ,muy pegadas al suelo, hacia los orificios entre las paredes, porque saben que pueden terminar siendo la cena del Fenix que dormita en el ropero. O se arriesgan a ser presas fáciles de los cernícalos que conchudamente han hecho un nido en la repisa superior de librero, mientras can cerbero sueña inquietamente a pies de mi cama y una manada de cebras pastan apaciblemente en la jardinera, ignorantes todos del acecho del hombre salvaje, al que yo devoro ocasionalmente en la habitación, cuando tengo muchos antojos de carne.

3 sept 2014

Carmín

El fluido carmín se escurría entre mis dedos, luego seguía su recorrido por mis palmas, para finalmente terminar goteando sobre su cuerpo inerte. Ella estaba desnuda y con una expresión de horror. La habitación estaba casi a oscuras, solo podía diferenciar colores y algunas siluetas gracias a un par de velas que se encontraban sobre una cómoda detrás de su cadáver. Tome el arma homicida y la escondí debajo de mi almohada, tiñéndola de las tonalidades rojas de su sangre. Estaba alterado, siempre la ame. Tres puñaladas fueron suficientes para arrancar la vida de sus ojos color miel. La primera estocada fue a la altura del estómago, quise que sienta el mismo vacío que tantas veces me hizo sentir cerca del ombligo, y de paso matar las mariposas que ahí reposan. La segunda vez fue en el corazón, si es que tiene uno, una explosión de salsa de tomate me salpico mientras la navaja retozaba en su pecho. Termine mi obra de arte contemporáneo con un corte transversal a su tráquea, quería que deje de gritar… que deje de mentirme.
No me arrepiento; le dije lo que sentía y me aborreció, era mi turno de aborrecerla también. Me gustaba observarla. Así es como yace muerta sobre un sinfín de preguntas que, perturbado, me hago a mí mismo.
La habitación se ha vuelto un abismo, un foso del averno, aberrante y maltrecho. Me encantaba observarla. Dejé de comer, dejé de dormir, renuncie voluntariamente a la cordura. Comencé a conversar con el filo del arma blanca hace unos días; me pedía a gritos que me corte la cabeza, la cual perdí cuando aparecieron las primeras moscas. Necesito observarla. En algún punto de mi enamoramiento todo empezó a ir tan rápido como un automóvil deportivo color sangre. Nos envuelve una luz carmín, nos envuelve la podredumbre de ambos cuerpos.

31 ago 2014

Menarquia

Tomé tu sangre, tu cáliz
Tomé tu pureza, tu inocencia
Querías hacerme feliz
Me sorprendió tu incandescencia

Dolor y llanto nos espera
Pecadores libres del pudor
Desnudando la primavera
E ignorando el sudor

Hermosa sensación que me embarga
Horrible fragmentación del himen del alma
Oda a la pasión que en brazos nos carga
Nos levantan: abrazos, lágrimas y calma.

30 ago 2014

Quédate hasta que salga el sol

Michelle sigue recostada mirando hacia los pies de la cama y no se me es necesario tocarla para sentir la suavidad de su presencia.  Nuestros cuerpos aún tibios forman un cuadro sincronizado de contraposiciones desnudas de colores y direcciones, siempre acabábamos así, cada una en su propia esfera dirigiéndose a su destinado punto cardinal, ella era una aguja hacia el sur, yo hacia el norte. No era la primera noche que me quedaba en su casa con excusa de tener que hacer un trabajo grupal en la universidad o en casa de una amiga, a fin de cuentas no le mentía a nadie, me quedaba en casa de una amiga que pesar de ser muy joven y a punta de poco esfuerzo económico (sus padres pagaban todo) comenzaba a vivir sola.
Y era muy divertido estar con ella, fuera de los encuentros ocasionales sexuales que teníamos,  su departamento era el más intrigante departamento en el que haya estado, siempre se escuchaban voces muy de lejos, pequeños pasitos, gotas, música.  Rara vez salíamos de la habitación, era como si afuera tendríamos que regresar a nuestro empaques, al mundo que no tolera este tipo de amistades, en el que nos obligan a sentirnos avergonzadas. La habitación era nuestro propio domo de protección, aquí no había nombres, no había sexos, no existía nada más que el ser y nada más que el ser.  Así que en ella retomábamos el juego de niños y la imaginación explotaba sin límites.
Dado que no salíamos de ella, nos quedábamos en la habitación en silencio, aguardando que pasara la media noche,  pasada esa hora, las intrigas comenzaban. Yo supongo que en el mismo depa que vive, por las noches, sale de sus pequeños recovecos, pequeñísima gente que a pasos cortos corretea por todo el departamento inutilizado y fuman, fuman mucho porque el humo siempre entraba hacia el cuarto, nunca salía.  Después de un rato paraban y recién nos decidíamos por dormir.
Como es torpe pero también tímida, causa estruendo al tropezarse con los muebles y luego hace el favor de lavar los trastos a manera de disculpa. Ya el sol filtraba por todos lados y regresábamos a nuestra normalidad. Sin mucho que explicar yo salí del departamento, baje esa infinita cantidad de escaleras que daban del piso 6 al primero.  En la puerta ya me esperaba Pablo, con su pose de bohemio decadente y gil, me besa fuertemente en forma de saludo y nos dirigimos hacia el auto. Mientras el fuma y me conversa acerca de la política en Venezuela, yo miro como las franjas blancas parecieran que nos persiguen, yo también he llegado a pensar que en el departamento en el que vivo hay personas que usan la cocina- cada tanto se escucha el entrechocar de los platos- y tienen apego por los objetos pequeños, como aretes, borradores, tajadores y tomatodos, que primero toman prestado y luego pierden. Michelle supone que alegremente, son duendecillos buenos como los que terminaron la tarea del zapatero en el famoso cuento infantil ese; yo he llegado a pensar, que en mi departamento no hay duendes sino que mi astuta madre alquila el departamento por las noches mientras no estoy, a un mejor precio.

27 ago 2014

En la oscuridad de un porro

Me encuentro a oscuras y no puedo ver nada más que la pantalla de la televisión, estoy tomando alguna infusión o tal vez es barro. La tele vuelca sus colores en mi cerebro; el cual los recibe como un bate a una pelota de béisbol, los golpea y los manda lejos hacia mi adormecido subconsciente. Aquí bailan, beben, fuman y explotan en ideas descabelladas y maníacas, las cuales contengo para no saltar del sofá donde estoy recostado. Una brisa leve entra por la única ventana de esta habitación, no es tan fuerte como para darme frío sino más bien me acaricia el rostro y los pies descalzos.  Bebo otro sorbo. Me encorvo y recojo el control remoto. Yo sé que está detrás de mí, por eso volteo repentinamente para encontrarme con una pared azul de la cual cuelga un cuadro de Dalí.
- No hay nadie aquí, estoy completamente solo. Me digo a mi mismo como para calmar los nervios
Cambio de canal y subo el volumen. Me siento observado. Mi perro me mira extrañado, me acerco y lo acaricio. Se sube al sofá, me olfatea de pies a cabeza. Cierro la ventana para que no salga el humo. Subo el volumen. Como en una secuencia de película mi control remoto empieza a estirarse, me hace pensar en la gente que conozco: Hipócritas de mierda. Luego me calmo pues recuerdo que así es la sociedad en la que me tocó vivir o debo pensar eso por los ácidos que consumí.
Desde que cerré la ventana hace más frío y corre más viento, hay tanto humo que ya me muevo ligeramente lento. La abro, la abro para dejar entrar algo de luz solar… hace falta a estas horas de la noche. La luna me mira y pienso que es de queso, el perro se levanta del sofá y se recuesta en mi cama. Ya no me siento observado, ahora más bien estoy aterrado pues siento la presencia de hace un rato aún más cercana. Puedo oír su respiración agitada pero entre el humo y la oscuridad no puedo saber dónde se encuentra. Me despreocupo y subo más el volumen, pienso en que debí enamorarme de otra chica pues la que me gusta me odia. Ya no logro ver al perro, debe haberse quedado dormido después de tremenda horneada. Recuerdo a mis camaradas de la infancia, jugábamos todos los días a que éramos los héroes de las películas que veíamos. Éramos tan inocentes.
Ver la tele ya no tiene sentido, no entiendo lo que estoy viendo y me está ensordeciendo, así que subo más el volumen y grito: ¡Azules hijos de puta! ¡Métanse su comunismo al culo!
Luego acaricio un afiche de Mao. Doy otra calada para elevar la mente y olvidarme de lo que sea que me está acechando hace horas. Lo que no sabe es que tengo un plan, generare tanto humo en mi habitación que va a estar tan drogado como yo. Se acercara, intercambiaremos un par de frases célebres, y fumaremos un canuto viendo la televisión mientras comemos palomitas bañadas en mantequilla. Vuelvo a subir el volumen.
El perro retomo la conciencia o eso creo pues no lo veía hace ya un rato. Se recuesta al lado de la televisión y me mira fijamente. Perro de mierda. Enciendo un cigarro y veo la tele, jamás entenderé este aparato. Estoy calato, chorreado en el sofá como si no hubiera mañana. Una ceniza me cae en la pierna izquierda, no me inmuto. Veo como me quema y deja una herida pero no importa, acabo de recordar que no tengo perro. Subo al máximo el volumen para que nadie me escuche gritar.

21st Century

Salgo del shock y solo veo oscuridad durante varios minutos. Sin mover la cabeza identifico donde estoy y pienso que la fuerza con la que golpean la puerta desde fuera, es casi titánica. Posiblemente problemas de ira y una muy mala suerte para mí.
No sé si es el miedo que me aplasta de una manera casi palpable o la cantidad de THC que circula mi organismo, pero no me he movido en un largo rato. No sé cuánto tiempo traigo sentado en la misma incómoda posición pero felizmente no soy claustrofóbico y puedo estar sentado sin hiperventilarme en este remedo de armario para escobas.
El continuo y agresivo golpeteo a la puerta empieza a taladrar mi cabeza como si en ella cayeran sus nudillos. Pienso varias veces que perderé el juicio antes de perder la vida.
Pienso que debí llamar a la policía en cuanto tuve la primera corazonada. ¿A quién engaño? En realidad pienso que el sujeto de la fuerza titánica podría cortarme en trozos, marinarme y preparar un buen acompañamiento antes que la policía de este país llegue. Estoy solo.
Después de imaginar varias a veces a Jack Nicholson introducir su cabeza por la rústica puerta de madera, el golpeteo cesó y el silencio se apoderó de mis hiperactivos pensamiento los cuales empezaron a susurrar vagamente que soy un drogadicto.
Nunca hubo nada. Lo más probable es que hoy no solo consumí marihuana sino también cocaína o ácidos, quizás éxtasis o comí algún hongo alucinógeno que me hizo crear toda esta noche atroz en mi cabeza. Lo más probable es que durante la noche perdí el control y en un arranque de paranoia me encerré en este armario y el golpeteo incesante es de cualquiera de mis amigos, aún con vida, que se preocupan por mí. Ahora mis amigos se cansaron de aguantarme y están nuevamente fumando y riendo en mí sala. Sí, soy un drogadicto y eso es lo que ha pasado todo este tiempo.
En un momento de lucidez, rompo la posición que he mantenido religiosamente todo este tiempo y me paro lentamente, exageradamente lento, y termino frente a la magullada puerta mientras me repito una y otra vez que será la última vez que consuma drogas. Siento un cosquilleo que revolotea en lo más profundo de mi vientre, este se apodera de todo mi cuerpo y estalla en una risotada irrealmente sonora para la situación en la que creía estar en un principio. Debido a la risotada, quito el seguro como un hombre risueño lo haría y abro la puerta despacio.
Con un “¡Sorpresa!” en la punta de la lengua, termino de abrir la puerta y frente a mi está un sujeto con un objeto que introduce velozmente, y con fuerza titánica, en mi abdomen. No siento dolor. Pensé que la alucinación había terminado, pero creo que aún sigue. Vencido, una vez más por mis demonios, caigo en la alfombra que rápidamente se mancha de un colorido fluido.
No logro ver el rostro del demonio con el que me toca luchar esta noche, solo veo que se aleja de mi para tomar asiento frente al ordenador. Con calma busca y reproduce 21st Century de Red Hot Chili Peppers, mueve un poco la cabeza al buen ritmo del funk rock estadounidense y con el objeto que nunca soltó, se pone de pie y se acerca a mí nuevamente.
Mientras veo como se acerca empiezo a pensar que no es un demonio que me acecha en una noche cualquiera, que no son fluidos de colores lo que manchan la alfombra y que todo esto no es una alucinación de un empedernido consumidor de drogas.
Estoy congelado, no puedo moverme, no puedo pestañear, no puedo reír.
Sin dejar de mover su cabeza al ritmo de la música, se arrodilla a mi lado y, mientras escucho strangulation, altercation, oral sex and bird migration y pienso que jamás entenderé lo que quiere decir esta banda, veo como levanta el arma que tiene en la mano y la entierra por última vez en mi.
Él empieza a silbar la canción y yo solo quiero salir de esta alucinación.

26 ago 2014

¿Te ríes de mi?

Siempre que escucho reírse a alguien en la calle, pienso que se ríe de mí. Es una suerte de manía que me persigue desde que tengo uso de razón. No me considero alguien inseguro o tal vez si lo soy… tal vez ya estoy algo quemado y no son más que desvaríes de una mente enferma de tanta mierda que consumo.
Llegó y se sentó justo atrás de mí, al lado de su mejor amiga. Tenía el cabello rubio y una frente que me pareció desproporcionada para su rostro, aunque quien soy yo para juzgar su morfología facial al fin y al cabo, luego procedieron a torturarme. Escucharlas hablar no era más que una molestia, solo quería prestar atención a mi clase y largarme de ese lugar, estaba cansado y bastante adormecido. Siguen charlando. Salgo del salón enervado. A pesar que la clase acabo y que no pude despegarme nunca de su cotilleo aún recuerdo esa risa. Me atormenta, me tortura, me hace pensar demasiado. Recuerdo cada uno de mis defectos los cuales conozco a la perfección, me vuelvo loco pensando. La risa de mierda me sigue a todos lados, estoy colgado pensando sobre que se reían. Enciendo un cigarro ya en la avenida, camino a casa, es de noche y hace mucho frio. Últimamente hace más frio de lo normal pero por suerte no vivo muy lejos de donde estudio y es un viaje agradable gracias al cigarro feliz que sostengo entre mis dedos. Una pareja camina conversando y justo al pasar a mi lado empiezan a reír de algo que no logro comprender. La rubia ríe otra vez y me mira desde un coche en la calle de enfrente. La pareja vuelve a cruzarse a mi lado, o tal vez es otra pareja, mientras la amiga de la rubia me abraza. Todos ríen, mientras lloro desesperado. Suelto una bocanada de humo puro. Apago el cigarro sonriente y guardo el saldo que me quedo para otra ocasión. Abro los ojos para despertar de mi letargo, aun no amanece en la cárcel de mi mente, empero empieza otro día de mierda.

Llego a la cocina, es muy temprano para encontrarme con alguien, o tal vez muy tarde, ya no distingo la realidad de lo subjetivo. Un jugo de naranja y un cigarrillo; el desayuno perfecto en un invierno como este, el cual me congela hasta las ideas. Si no puedo hablar de algo pues callo. Enciendo otro fallo antes de entrar al limbo donde me imprimen conocimientos, donde todos ríen a mis espaldas, donde la locura es normal y el normal es un loco.