24 sept 2014

Elogio a los Eternos




Primer eterno: Lázaro.

Hombre con ideales, de los que quedan pocos. Mateo es, o fue, un hombre único pero desdichado, víctima de una sociedad que, al parecer, se ha dedicado a lo largo de los años a hacer mierda a personas como él.
Héroe por excelencia. Se unió al cuerpo de bomberos a una temprana edad. ¿Por qué? Esa no era la pregunta. La pregunta era ¿Por qué no? Se entrenó para ello y decidió dedicarle su vida. ¿Para ser bombero? No, para salvar vidas. Su idea trascendió de cualquier pensamiento mundano desde que salvó su primera persona a los 15 años, un incendio, algo cotidiano para cualquier otro bombero pero no, fue algo más para él. Fue la felicidad absoluta.
Lo recuerda muy bien, ahora siempre recuerda momentos como esos, flashbacks hermosos, casi un elixir de felicidad corriendo por su memoria. Su primera persona salvada, mujer blanca promedio de 26 a 28 años. ¿Las gracias? No, nada de eso, pero no importaba. Era feliz porque sabía que todas las cosas que esa mujer disfrutara desde ese momento serían gracias a que él la salvó. ¿Complejo de Dios, vacío que llenar, poca autoestima? No, ni idea de que son esas cosas para Mateo. Solo arriesgó su vida por algo que valió la pena, otra vida. ¿Religión? Ninguna, para Mateo solo debes creer en todo lo bueno que se puede hacer con las manos. Suficiente.
Carrera como bombero. Exitosa, puramente exitosa. Eso le llevo a ser leyenda entre sus compañeros. Incendios donde ha participado, 22. Incendios donde su participación fue resaltada, 22. Incendios donde ha sido considerado un héroe, 15. Personas rescatadas de la muerte, 98. Su número preferido desde su retiro de los bomberos, 98. A la mierda los números del 1 al 10 – Hay que pensar en grande-.
Mateo tenía ganas de más, quería ser parte de algo más grande, donde se involucren más personas que salvar. Donde se sienta activo, y sobretodo, aún más vivo.
¿Qué hizo? Cambiarse el uniforme rojo por el azul. Hora de ser policía. ¿Recomendaciones? No las tuvo que pedir. El hombre era leyenda. Cambió a la acción diaria.
Llegó con buen pie, aplaudido por todos los nuevos compañeros que tenía; pero también llegó con nuevas ideas, con ganas de cambiar las cosas. Estaba de racha, en el mejor momento de su vida y con la más grande inspiración del mundo. Otro error. A nadie le gusta los cambios, y mucho menos a sus nuevos jefes y su organización tan “ordenada”.
De bombero legendario a policía de a pie.
–No te enfurezcas, Mateo. Tienes que comenzar desde abajo, como todos. Solo serán un par de semanas hasta que te habitúes a la nueva rutina-.
Falso. Lo enterraron en un puesto de mierda por más de dos años y medio en el lugar más tranquilo del mundo. Personas salvadas, 4. Ancianas que ayudó a cruzar la calle. Al menos no fueron atropelladas.
¿Paciencia? Ya no queda. ¿Retirarse? Imposible. ¿Volver a los bomberos? Fue una leyenda, aún quedaba su orgullo pasado. ¿Trabajar por su cuenta? ¿Qué era? ¿Un héroe enmascarado?
Es un héroe olvidado.
Vida diaria. Levantarse, desayunar, patrullar, almorzar, patrullar, cenar, dormir.
¿Algo nuevo? No, hasta esa mañana. La que inició la derrota.
Un vecino se le acercó a quejarse, vio a un delincuente. Sin más detalles, solo vio a un tipo con apariencia desagradable, suficiente para nuestro policía. Luego el hombre aceleró rumbo a su trabajo. Mundo acelerado, gente acelerada.
Se propuso darle caza. Mateo tenía que hacerlo. Era hora de evitar un robo, un secuestro o  un posible asesinato de alguno de los burgueses que vivían en su zona. Tanto tiempo había pasado de sentir ese fuego interior. Esa hambre de lo que más deseas en el mundo.
Patrulló por todos los lados, buscando hasta en los lugares más inhóspitos de su jurisdicción hasta que lo vio. Un anciano. Un mendigo que había tenido la osadía de entrar al barrio más exclusivo que se podría alguien imaginar. Pero esto no lo detuvo, era parte de su trabajo cuidar la ilusión utópica que se respiraba en esa zona. Ese mendigo era el pecado entrando al paraíso, el humo entrando hasta los pulmones. El cáncer destruyendo un organismo. Una invasión a diestra y siniestra que se tenía que parar inmediatamente antes que lo destruya todo.
-Hombre deténgase.
Nada.
-No puede andar por esta zona, retírese. Vuelve a intentarlo.
Aun nada.
El hombre solo camina con un aperitivo en la mano. Sucio por donde se lo mire y sin hablar del atuendo que usa. Suficiente para causar un sangrado ocular a cualquier persona que asome la cabeza.
-¿Acaso es sordo? Si esto continua no me quedará más remedio que ponerlo bajo arresto.
Mateo no quería que le obedeciera, por fin algo de acción en tanto tiempo. Por fin un respiro de toda la mierda que recibía de sus jefes con su –Todas las demás zonas están cubiertas, lo hacemos por su bien- o –Ya ha salvado varias vidas ¿No le es suficiente?-. Nunca es suficiente, para Mateo nunca lo fue.
El vagabundo solo caminaba y llevaba el aperitivo a su boca pero ya era hora de leerle sus derechos.
Mateo se acercó y lo cogió del cuello por la espalda. Ninguna reacción, nada de nada. Era extraño, irreal. El hombre solo llevó su comida a la boca una vez más. Lo volteó y luego lo estrelló contra la pared más cercana, nada. Ninguna reacción de parte del desconocido.
Exasperación al límite. Mateo sacó el arma y le apuntó a la cabeza. Sentía la sangre explotar en su cabeza en cada palpitación y como la cordura se alejaba de él a grandes pasos.
-¡No se resista, no me está dejando otra alternativa!-.
Acción fingida como nunca antes se vio otra. El vagabundo sonrió.
-¿Por qué sonríes? ¿Te estas burlando de mi autoridad?
-¿Te crees con tanta autoridad?
Por fin una respuesta.
Cólera a tope. Ya no podía aguantar más mierda y mucho menos de un pordiosero atrevido. Perdió la cordura por pocos segundos, los suficientes como para cometer una atrocidad.
Disparó.
Impacto en toda la frente, un disparo limpio a quemarropa.
¿Muertos? Ninguno.
El vagabundo solo se rio, buscó en su frente abierta y saco la bala.
La escena: Un policía de pie totalmente atónito y un vagabundo en el suelo con la cabeza abierta.
Mateo pensó que se estaba volviendo loco. Como coño era esto posible.
La frente del vagabundo empezó a cerrarse como por acto de magia. El tipo se intentó poner de pie pero Mateo no lo permitió. Le puso su pie en el pecho y lo dejo firme en el suelo.
-¡Quédate donde estas!- La locura se notaba a grandes rasgos en sus rostro -¡¿Quién mierda eres?! Responde.
El viejo solo se llevó otra mordida a la boca.
-¡Responde viejo de mierda! ¡¿Quién eres?! ¡¿Cómo has hecho eso?!
-¿En serio quieres saberlo?
Mateo no respondió.
-Yo soy eterno. Yo soy Lázaro.
No le fue difícil recordar el pasaje bíblico. Sabía quién era Lázaro pero también sabía que eso no era posible. ¿Pero cómo no era posible? Le había visto sacarse una bala de la cabeza.
-No te creo, ¿Por quién me tomas? ¿Un imbécil?
-Ya te lo dije, ahora, si me dejaras ir…
-¡Te he dicho que no soy ningún imbécil!
-Dispara cuantas veces quieras, ¿Crees que me mataras?
La locura se olía en el ambiente. Mateo no espero que se lo pidan dos veces. 6 disparos en el pecho, todo un cartucho y nada. Solo una mueca de dolor pero no más.
-¿Crees que ya no lo he intentado antes? ¿Crees que no he probado mil y un formas de quitarme la vida?
Mateo seguía sin gesticular una palabra. Ya no sabía en que creer.
Los casquillos salieron de su pecho y las heridas se cerraron.
-¿Cómo es esto posible? ¿Cómo puedes ser Lázaro?
-No hay peor ofensa a la muerte que despreciar su trabajo. Yo reviví pero desde ese momento la muerte ya no me quiere, no vendrá por mí hasta que todo ustedes mueran. He buscado la muerte una y otra vez. Disparos, caídas, venenos, guerras, horca, guillotina, de todo. Ya me resigné, estaré aquí con el viejo y la viuda hasta que el último ser humano muera.
Mateo no entendió nada, estaba en shock.
-¿Lo peor de todo esto? Soy el único de los eternos que de verdad probó la muerte. El único que sabe que es descansar. El único que estuvo en la gloria, no sabes lo que es saborear la paz verdadera hasta que mueres.
Mateo no sabía sobre la muerte pero si la gloria. La había probado, saboreado y vivido en sus días de bombero. Sabía que era sentirse feliz de verdad, había logrado lo que muchos no han conseguido ni conseguirán, el éxito personal, haber cumplido un sueño, el más importante.
Pero ya había pasado su momento y ahora no tenía nada, lo perdió todo. Fin.
No más melodrama. Solo quería descansar.
-¿Me juras que saborearé la gloria una vez más? ¿Me juras que todo lo que me has dicho es verdad?
Una sonrisa maliciosa.
-No hay mayor gloria.
Mateo lloró, solo quería eso. Volver a tocar la gloria. Recargó su arma y se la puso en la cabeza.
Sonrió al pensar que de joven buscaba la vida, preservarla, y ahora –Mírenme he sido reducido a esto, a buscar la muerte- Mateo no esperó más y se voló la cabeza.
Lázaro solo observó, su rostro reflejaba envidia pero ya no le molestaba tanto. Solo cabía esperar. El viejo se encargaría de eso. Él se lo prometió.
-Lázaro, yo sé que estás cansado de todo esto, tengo un plan. Mantente a la espera, y sobre todo pasa desapercibido.
Si, solo tenía que esperar.
-Uno menos, ya falta poco.
Lázaro se levantó y anduvo hacia un futuro incierto.


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