31 ene 2015

Contémplame



Recuerdo el olor a humedad del cuarto, mis ojos vendados, me ataron. Los cazadores me habían encontrado.
¿Qué mierda está pasando!? – grité .
Me quitaron la venda  y una luz muy potente penetraba en mí. Mis ojos al acostumbrarse a ese terrible destello blanco, vieron como en realidad este era un gran panel encima de la pared, o quizás este panel era la pared, todo era confuso, un sitio completamente sucio y gris, y a mi frente ese rectángulo brillante que de alguna manera me cautivaba con mirarlo.  Atada a una silla sólo tenía a mi alcance un botón. Presioné lo único que ingenuamente pensé que quizás sería mi salvación, inmediatamente el panel blanco adquirió vida. Cuadros rápidos, uno tras otro, y un gran logo, un ojo metálico  como una tuerca.
Las imágenes que mostraban eran de mí misma siendo cazada, me perseguían con máscaras, yo corría sin saber bien que pasaba, era mi barrio, lo conocía bien y sin embargo algo muy raro se percibía en él de hace días. Corría entre mis vecinos  y ellos me observaban, sacaban sus aparatitos del pantalón y me miraban desde ellos. No se inmutaban, y el ojo metálico ese en el aparatito, el mismo ojo del logo, me observaba por todos los ángulos.  Cuadro tras cuadro angustiante. Pararon y apareció mi imagen en la pantalla.
-Déjenme, no pienso jugar, sólo suéltenme. Apaguen la luz por favor.
- Con ustedes, un participante excepcionalmente extraño, un miembro de la resistencia. La llamaremos Nadia.
- No, jugaré. No seré parte de su circo, me tienen enferma. Los tienen enfermos, es ese ojo, esa señal. Los embrutece a todos, no hacen más que ver su vida tras de él. El mundo gira, es hermoso.  Todavía hay esperanza. El cometa caerá y con él, este absurdo juego.- escuché risas en el fondo o afuera, detrás de este cubo en el que estaba, había una tribuna.
-Nadia, no es nada personal.  A parte hay mucha gente que quiere jugarlo, primero vas a engrosar la hilera, es una fila enorme de personas que quieren ser parte de esto.
-Pues yo no quiero.
-Por eso Nadia, es un encanto que seas de la Resistencia.
Recuerdo el día que el gran ojo comenzó a tomar parte de los actos de los hombres. Al principio era sólo un programa de juegos, bobadas, eran estupideces, participantes en un show que jugaban para ganar, no sé qué cosa, lo hacían por la fama, el rating y mantenía a la mayoría popular entretenida. Pero un día el programa se iba alargando, los juegos se hacían cada vez más macabros, y el morbo de la gente ya no se saciaba fácilmente. Recuerdo el primer¨ accidentado ¨, su muerte estaba en todos lados, el video se reproducía en cada aparatito del mundo, en ese momento, algo cambió. Apareció en la señal ese gran ojo, y las personas no hacían más que quedarse parados y verlo como si fueran polillas frente a un foco, el programa lo transmitían todo el día,  existía ahora solo un canal.
Televisión, era sinónimo del gran ojo que todo lo ve, en el que todos éramos parte del juego ese de cazar gente. Hacerlas participar en ya no un programa de juegos, con el tiempo, el mismo programa perdió lógica alguna. Era una especie de rito, en el que las reglas del juego eran muy básicas: correr y empujar hasta que tu cuerpo no pudiera más.  En círculos las personas corrían como si una fuerza sobrenatural los obligara a hacerlo, una a uno caían. La primera vez que vi el condenado espectáculo, se quedó tatuado en mi memoria el rostro de los que empujaban y corrían, sin la mirada fija, como si algo les hubiera chupado el alma, al compás de una danza macabra seguían hasta que sus músculos se entumecían, caían y luego intentaban arrastrarse,  y con la mano engarrotada eran pisados y morían mordiendo el suelo. Pero en algún momento podías percibir un destello en  su agonía, poco antes de morir, los participantes abrían mucho sus ojos observaban la cámara pidiendo ser contemplados. En ese momento parecían humanos.  -¿Ganar? No he sabido jamás de alguien que ganara el juego.
El cubo que me mantenía cautiva cayó. Y alrededor mío las criaturas de mirada vacía se tambaleaban.

-        Resiste, cometa, resiste. Piensa, ríe, vuela. Que tu mente sea la única llave para tu libertad. Vuela aunque no tengas alas, no te hacen falta.  Grita, hay más personas como tú y yo que aún se detienen a pasar sus dedos por los surcos de los árboles, personas que aún sienten.  

Overdose

Citado lo como con memoria eidética, sentenció “No seas cojudo. Nada en la televisión es verdad, nada”. Cuando aquel director de cortos universitarios me dijo esto, no entendí bien a que se refería. Un par de años después conocí a Clau y entendí de que hablaba.

Si bien me cachueleaba con cortitos pastrulos de instituto o un pequeño personaje en una obra pseudoprofesional en algún teatrín barranquino, yo empezaba a dar mis primeros pacitos como actor y moría por estar en la tele. Lamentablemente las cosas se mantuvieron maso menos igual durante un buen tiempo hasta que un día, no sé cómo ni por qué, mi suerte cambió.
Los azares de la vida me llamaron para hacer un pequeño personaje en una serie de moda. Sería el hermanastro menor de no sé quien. El chiste duraba un par de días porque me mataban, pero al principio uno acepta lo que sea, da lo mismo el tamaño de tu personaje o cuanto te vayan a pagar, lo único que quieres es ser parte de ese mundo tan mágico lleno de color, emoción y toda esa mierda que te venden.
Sobreviví a las ansias y el día llegó. Salí de mi casa tan preparado como el hombre más preparado podía estarlo. Las expectativas que tenía sobre mi primer día de trabajo eran estratosféricas y gracias a todos los dioses, la televisión peruana no me defraudó, dando un saludo digno de su famosa espontaneidad.

-Eres un idiota, niño. Me cagaste el carro.

En mi primer día de trabajo como actor profesional me atropelló un auto.

Lo que veo antes de ser atropellado es muy borroso, como si fuese un sueño. Cuando hago memoria de ese incidente, el recuerdo siempre inicia con el encantador Eres un idiota, niño. Me cagaste el carro. Su voz te creaba dependencia, como si la mujer que casi me mata hubiera nacido para ser única y exclusivamente escuchada y todo esto superado solo por su madura belleza, que evidentemente es superior a una belleza inmadura… Perdón. Hablar de Clau me pone nervioso y me desenfoca, pero procuraré ir directo al grano.

La televisión de mi país está llena de personajes característicos por periodos directamente proporcionales a la cantidad de escándalos que hacen y en ocasiones hasta inversamente proporcional a su talento, personajes mediáticos les dicen. En el tiempo en el que yo empezaba a ver la televisión como una posibilidad, los actores chéveres eran, en su mayoría, muy buenos en lo que hacían. Eran de esos actores completos, impecables, casi sacros que con una sonrisa y una línea adecuada derretían monjas y curas, y eso me deslumbraba a mí y al resto de la nación. Clau era una de esas increíbles actrices a las que admiraba tanto, posiblemente la mujer más atractiva que he visto en mi vida y ahora estaba frente a mi diciendo que mi cuerpo le había jodido el carro. Perra.
Yo estaba tirado en el pavimento, adolorido y furioso por la falta de tino de la conductora, pero a nadie le importó. Ella arrancó y nadie hizo preguntas, nadie salió.
A este primer contacto con Clau y con la televisión general, le di el beneficio de la duda, todos tenemos días malos; pero lo que viene después es fugaz, rapidísimo, es tan efímero como intenso y define mi enfoque como actor y como la televisión entraría a tallar en mi vida.

Como latino hercúleo y orgulloso, me hice el indignado y no me acerqué a Clau. Como ella es amiga de todo el mundo, no me acerque a nadie. Pensé que así terminaría mi primer mágico día de grabación, sin historias divertidas, sin historias, la verdad. Pero me equivoqué.

-Te llevo a tu casa si me invitas un trago.

Volteé y ahí estaba ella una vez más, en su bello auto mirándome con esa mirada de mujer que sabe lo que vale y de lo que es capaz, que si hablamos de Clau, es muchísimo.

-¿Qué pasa? ¿Te comí la lengua?-dijo a media sonrisa.

No terminaba de digerir la primera pregunta y ya me lanzaba otra igual de sin sentido. Me volví un pequeño niño que no sabía que decir, pero ella sí.

-Bueno, me aburrí. Sube (Y subí)

No creía que la mujer que estaba conduciendo y cantando blues a mi lado era la misma que me atropelló deliberadamente y la misma que todo el mundo cree conocer.
No sé si  era su manera de caer bien o si se percató que los nervios me paralizaron, pero empezó a hablar y preguntar cosas de manera aleatoria, puras trivialidades. No entendía por qué este cambio tan repentino para conmigo, pero me gustaba.
Llegamos a un bar secreto frente a la universidad de Piura en Miraflores donde la conversación se hacía cada vez  más y más amena con el pasar de los tragos.

Me di cuenta que no había pagado el trago ni me había llevado a mi casa cuando nos besábamos en su auto. Me di cuenta que no es la actriz recatada que aparenta para su fanaticada. Me di cuenta, finalmente, que tendría sexo con una mujer que casi me dobla la edad.

-¿Fumas?- dijo mientras fumaba.

-Si. No. Con poca frecuencia la verdad, pero no porque no quiera, solo que las oportunidades no se me han presentado con taaanta frecuencia..

-Ahora hablas demasiado- me interrumpió- ¿Bebes?

-Eso sí me gusta. Soy un buen bebedor.

-¿Buen bebedor? ¿Eso qué quiere decir?

Para variar, no supe que decir.

-¿Consumes drogas?

Y empecé a consumirlas.

Por ahí va lo que quieren escuchar ¿No? Todo el tema de las drogas. Bueno, a ella le gustaban mucho, muchísimo. Demasiado, como se habrán dado cuenta. No me miren así, no puedo dar grandes detalles, conocí a Clau un par de semanas.

-Entendemos. ¿Que pasaron en esas dos semanas?

A ver. Mi "relación" con Clau tuvo beneficios en mi carrera: mi personaje no murió, es más, entró a tallar con fuerza protagónica. Por todo este asunto es que soy medianamente conocido, pero esos son beneficios que ya rechacé completamente.

-¿Y qué más pasó?

¿Qué más? Bueno, follé como mierda y jalé como mierda. ¿Eso querían escuchar? ¿Lo evidente? ¿Acaso no murió de sobredosis?

-Su declaración es necesaria, señor.

Ya está, entonces. Esa es toda la historia.

-¿Qué puede decir de la noche de la sobredosis?

Jalamos más que nunca.

-Bueno señor, gracias por cooperar.

Los hombres de traje me dejaron solo en la habitación. Ahora me siento más solo que nunca. Clau murió la última vez que pues... nos drogamos. No es que hayamos previsto el exceso, solo pasó.
No entendía, y ahora nunca entenderé, por qué  Clau me regaló estas dos semanas. No sé si fue bueno o malo todo esto, pero la pasé bien, me sentí muy bien, me sentí a gusto. No creo que vuelva a consumir drogas, o no por un tiempo.
Por más que la televisión y el país entero amaban a Clau, ella siempre los odió. Se sentía falsa y se odiaba por eso y los odiaba por orillarla a odiarse. Ahora todo el país y la televisión la odian. Hablan pestes desde que murió, que como es posible que muera por una causa así, nuestros hijos la veían como ejemplo, y tanta cojudez que sale de la boca de las personas que todo lo juzgan.
Por mi parte he decidido viajar y seguir actuando, pero no más televisión para mí. Creo que esto es lo que he aprendido de Clau y de la experiencia. Seguiré mi propio camino, uno más ¿espiritual? no sé. Solo espero encontrar la paz que Clau no tuvo.

28 ene 2015

Enfermo y triste mundo televisado

Enciendo la tv, apago la tv, tv, tv tv.
Es lo único que se escucha en esta habitación. La enciendo para tener algo de luz. La apago porque no soporto las adictivas imágenes a las que me somete. La enciendo para distraer mi conciencia con alguna que otra voz. La apago para disfrutar del silencio de la noche. Me acuesto. Me levanto.
No puedo seguir soportando, la ventana del lado derecho me invita a sentarme en la cornisa, el espejo adyacente me muestra la palidez de mi rostro que se descompone mientras empieza otra tanta de comerciales en la pantalla que se encuentra justo frente al sillón donde estoy recostado.
Tratan de venderme cosas que quiero aunque no necesito, tratan de distraerme de la realidad y alimentar mí ya creciente desinterés por los temas políticos que acontecen, o serán solo teorías conspirativas mías. Pero como siempre, la tv encendida y las imágenes que se abalanzan una tras otra contra mi persona, y yo solo puedo apagarla otra vez… y tratar de dormir un poco.
Despierto. Su presencia de alguna forma me tranquiliza, sus colores hacen valer mi amanecer. Pero la apago otra vez, detesto escuchar esas voces mientras duermo y no logro entender porque la programo para que se encienda cada mañana. Me detesto, pero por encima de todo detesto el contradictorio amor que siento por esa caja, perdón, por esa pantalla a la cual ya no puedo llamar caja porque no tiene más esa forma "antiestética". Suenan de nuevo esas voces, esas voces que masturban mi morbo, esa estática que toquetea mis tímpanos. No importa nada, nunca más podre apagarla. La enciendo una y mil veces si es necesario, me he vuelto una pupa entre sabanas, sabanas unidas con saliva y otras segregaciones de mi cuerpo consumido por esta alta definición de la irrealidad, por esta sobredosis de Tv.

19 ene 2015

Al filo de las lineas.


Las llaves tintinean fuertemente, Rubén intenta atinar con la cerradura torpemente.  El lío en el que se meterá con su esposa por llegar ebrio a esa hora, pero, fue un día difícil en el trabajo, todos los días son difíciles en el trabajo, con tantas manifestaciones y niños pintaditos de revolucionarios, la economía está mal, el país es una mierda, sólo un par de tragos y llegar a dormir a su casa. Lleva cargada la pistola con tres balas, que el autor de la historia ha colocado ahí para crear tensión. El lector, espera impaciente al filo de las líneas, que los protagonistas- el policía Rubén y su esposa Melinda- vayan a usarla en una riña conyugal.  Como el lector de este cuento ha estudiado algo de precepción, sabe que si en una narración un elemento se menciona con tremendo énfasis, más adelante será empleado como recurso dramático, así que el lector, aguarda, aguanta el momento en que el arma sea usada. Ya el morbo lo sorprende e imagina el sonido ensordecedor, el olor de pólvora esparciéndose por toda la escena, un salpicón de sangre contra la pared y luego el silencio.  Ya que nos encontramos con un lector disciplinado, hasta no llegar a ese punto, no cambiará su vista hacia otro cuento, así que sigue en zozobra, pensando en la pistola cargada con tres balas que yace en la funda derecha del policía ebrio. 
Nuestros protagonistas discuten acaloradamente, sus manos se agitan y giran alrededor de toda la sala. Rubén no es el único ebrio, Melinda, en la espera, tomó un par de copas de vino y antiguos rencores vaporizan sus sesos.  Él le reclama algo de comprensión, a final de cuentas es él el que lleva todos los gastos, ella pide consideración, lleva la casa y el pequeño negocio de muebles, él menciona que el negocio no avanza por su mala organización y que la casa cada vez está más desatendida, Ella saca sus sueños frustrados, su desinterés por ella, que seguro anda detrás de la fulana -esa- de secretaría, le dice loca alterada, ataque contra ataque.
Las polillas bailan alrededor de la pálida luz de los fluorescentes inalteradas de las agresiones y reproches de nuestros actuantes,  las voces cruzadas  de amenazas punzantes. Todo esto mantiene al lector con la mirada fija a la pistola del policía, ahora esta descansa en la mesa. Espera con paciencia que la mano de Melinda hale el gatillo. Será pronto, medita,  se relata como la botella de vino sale volando por los aires.
Pero, la pareja está dispuesta a reconciliarse, se han tranquilizado, las voces han bajado de tono y se comienzan a acercar uno al otro para poder abrazarse y repetirse una vez más que nunca más volverá a pasar. El lector no lo tolera, entra a puntillas a la narración.  Toma la pistola mientras ellos yacen abrazados, besándose, repitiendo una escena tan vieja como cliché. Toma la pistola cuidando de no dejar huellas dactilares en algún otro sitio, dos disparos certeros.
Dispara primero contra él, por idiota, por ser un hombre mediocre con su realidad y que no busca, ni podrá salir de esa mediocridad, y porque le recuerda también al policía burlón y coimero del que tiene imagen. Luego viene el disparo contra la mujer, por aguantarse a un hombre tan desagradable y alcohólico, sostiene que es parte culpa de ella aguantar a un ser tan repulsivo.  Lejanamente se escucha una sirena, los patrulleros y paramédicos se acercan, los envía el escritor para salvar a sus personajes que moquean en el suelo. Con el arma en las manos, intenta pensar fríamente que hacer. La puerta se abre de par en par y entra la policía.  El lector se queda observándolo.

Sonríe. Como el lector tiene pleno conocimiento sobre Teoría literaria, considera y sabe perfectamente que un buen recurso de salida para un autor es una historia de final abierto.